Continuando con la navegación por la costa gallega en donde lo habíamos dejado, Pobra do
Caramiñal, volvimos a zarpar hacia la vecina Ría de Pontevedra. Dejando por
estribor primero la Isla Rúa, el archipiélago de Sálvora, Vionta, Noro, Sagres
y Ons y Onza después, nos dirigimos hacia el puerto deportivo de Pedras Negras
en San Vicente do Mar, pues los armadores y dos de sus invitados tenían que
asistir a una comida en la Isla de La Toja, pero en Pedras Negras no había
sitio para nosotros, así que pusimos rumbo hacia Sanxenxo para desembarcarlos,
pasando por el canal de la Fajilda y adentrándonos en la Ría de Pontevedra.
Nada más entrar en el puerto pudimos ver el VO65 del Team
Campos colgado del Travel Lift, aún sin grafismos del patrocinador.
La idea era permanecer en el puerto sólo hasta después de
comer y volver a salir más hacia el sur, pero uno de los invitados tuvo un
accidente en tierra, sin consecuencias graves pero tuvieron que llevarlo en
ambulancia hasta el hospital en Pontevedra, así que hubo cambio de planes y a
última hora de la tarde dejamos Sanxenxo, con dos menos, para dirigirnos de
nuevo hacia el norte, esta vez a Ribeira, donde arribamos ya de noche,
en una “navegación” a contra reloj que nada tiene que ver con la filosofía de
la navegación a vela.
Por el camino pudimos disfrutar de una bonita puesta de sol tras
la Isla de Sálvora, con un viento nordeste intenso y fresco de temperatura.
Al día siguiente otra de las invitadas tuvo un problema en un
ojo, por lo que desembarcaron otros dos pero embarcó una nueva pareja y dejamos
el puerto para pasar por los estrechos de Aguiño y navegar hasta fondear frente
a Corrubedo, donde comimos. La península de Corrubedo es muy baja y con
nordeste protege poco del viento, lo que obliga a acercarse bastante a la costa
para encontrar refugio y un buen tenedero de arena para el ancla.
En Corrubedo desembarcarían tres tripulantes y
continuaríamos dos hacia la Ría de Ares donde se encuentra el puerto base del barco, en Sada. Al
desembarcar a los tripulantes en la neumática fue cuando tuvimos el pequeño “incidente”
con la sheriff de la playa y en cuanto tuve de nuevo el tender arranchado sobre
cubierta, bien entrada la tarde, levamos el ancla y navegamos con rumbo norte, con la
intención de dirigirnos hacia el seno de Corcubión y fondear en la Playa de
Langosteira, no lejos del pueblo de Finisterre.
El nordeste arreció un poco más y la temperatura bajó
notablemente. La mar se iba picando más hasta que entramos bajo la protección
del Cabo Fisterra, cuya silueta se recortaba en la luz del crepúsculo.
A eso de las 22:30 h fondeábamos en el extremo norte de la
Playa de Langosteira, sobre unos ocho metros de agua, con poco más de 30 metros
de cadena largada y preparamos la cena.
Los últimos días habían sido un poco caóticos y
desestructurados en cuanto a navegación, pero noches como esa lo compensan
todo. Prácticamente solos en el fondeadero, únicamente un velero francés fondeado a media
milla y dos más al otro extremo de la playa, con un viento frío tonificante y
una noche sin luna en la que se podía distinguir perfectamente la Vía Láctea,
orientada justo hacia el Cabo Fisterra, es un lujazo.
Un amanecer espectacular, con una leve brisa del
terral, anunciaba un día tranquilo y
luminoso, bueno para subir tranquilamente a motor, con la mar como un plato, a
lo largo de la Costa da Morte.
Tras el desayuno levamos el ancla y retrocedimos hasta
bordear el mítico cabo, para seguir subiendo pegados a la escarpada costa, pasando por
dentro del islote del Centolo y raspando la punta de Cabo la Nave antes de
apuntar hacia Cabo Touriñán. Después los cabos Vilán, el Roncudo, Punta Nariga
y paso por el estrecho de las Islas Sisargas, desde donde pusimos ya rumbo
directo hacia la Ría de Ares, dejando el Bajo de los Baldayos por estribor.
Una navegación tranquila y rápida, a 8 nudos, en la que nos
cruzamos con numerosos veleros, prácticamente todos extranjeros, que sin duda
aprovechaban para ganar sur antes de la entrada del frente anunciado para el día
siguiente que traería viento del SO fuerza 5-6 y lluvias.
El islote de La Marola nos recibió a la entrada de la Ría y
a eso de las seis y media de la tarde amarrábamos ya en el Puerto de Sada,
donde el “Marola IV” descansa.
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