viernes, 29 de junio de 2012

POR LA MAR GALLEGA

No tiene ningún mérito, por el contrario a veces es una desgracia, el hecho de que la costa gallega, y  dentro de esta la Costa da Morte, sea el tramo de costa más “complicado” de navegar de la Península Ibérica y aledaños. Sólo superado, desde mi punto de vista y dentro del entorno vecino, por la costa de la Bretaña francesa.
La prueba está en el número de naufragios que tristemente ostenta.
Las razones objetivas:  El gran número de bajos peligrosos, unos que velan y otros que no (igual que los pimientos de Padrón), como los Corrubedos, Basoñas, Bruyos, Meixidos, Las Quebrantas, Las Baleas, El Roncudo, La Carreira, Los Baldayos… por citar algunos de los más conocidos. O esas piedras a poca profundidad situadas frente a los cabos como El Turdeiro y La Carraca en Cabo Fisterra, El Farelo frente a Cabo Touriñán, El Bufardo delante de Cabo Vilán o A Couce en Punta Nariga.
Sin citar los numerosos bajos, piedras, islas y estrechos dentro de las Rías.
En costa abierta, los acantilados y zonas en las que no encontraremos refugio en el caso frecuente de que la mar y el viento se encabriten.
Las mareas y corrientes son también algo a tener muy en cuenta en esta zona.

Pero todo ello es, por otro lado, lo que le confiere especial interés y, sobre todo, gran belleza a esta costa, donde su lado agreste contrasta con el abrigo que suponen sus Rías.
En cualquier caso esta es “mi costa”, la zona de navegación en la que me encuentro como en casa y que por muchas veces que recorra siempre encuentro atractiva.

Esta pasada semana volví a navegar por la zona, entre Portosín, en la Ría de Muros – Noia, hasta Sada en la Ría de Ares, junto al amigo Rafa en su Bavaria 36. Algo más de 90 millas que recorrimos en 13 horas, haciendo muy buena media.
Me sonrío ante los comentarios que oigo y leo en algún foro náutico sobre la capacidad de navegación de los Bavaria. He navegado creo que en prácticamente todos los modelos de Bavaria, en todo tipo de condiciones y jamás he tenido ningún problema con ellos. Obviamente no son Swan, como tampoco lo son otras marcas muy populares como Beneteau o Jeanneau y su precio, más bajo que el de estos últimos, no se acerca ni a un tercio de los Swan. Sin embargo cubren con creces las prestaciones y necesidades de la gran mayoría de los navegantes, así que no entiendo muy bien en qué se basan ese tipo de comentarios. Debe ser que hay mucho “Tabarly” por nuestras costas…

Zarpamos, a las 11:00h del C.N. de Portosín, con un día espléndido, viento del Oeste y algo de mar que nos esperaba al salir de la Ría.
En cuanto dejamos atrás Monte Louro, pusimos proa hacia Cabo Fisterra, navegando de ceñida por el canal de los Meixidos que forman los bajos del mismo nombre y los Bruyos por un lado y tierra y  los Miñarzos por el otro.

Bordeamos Cabo Fisterra dando margen al Islote del Centolo y a la piedra de La Carraca, para a continuación dejar atrás Cabo la Nave, ya con viento más abierto y arrumbar hacia Cabo Touriñán, también con amplio respeto para evitar la piedra del Farelo.

Con una mar algo encontrada e incómoda, navegamos a un largo hacia el siguiente, Cabo Vilán, frente al cual encontramos al “Marineda”, ketche de la Universidad de La Coruña que parecía tener algún tipo de problema, pues después de verlo un buen rato con su génova flameando, lo recogieron y quedaron medio al pairo, medio navegando hacia mar abierto sólo con la mayor. No obstante no debía ser nada importante, pues pasamos cerca de ellos y no nos hicieron ningún tipo de seña.

Pasado Vilán navegamos en popa, a un rumbo que nos abría poco a poco de la costa, por lo que poco antes de Punta Nariga trasluchamos para dirigirnos más hacia tierra, en popa cerrada con unas dificultosas orejas de burro, pues carecíamos de tangón. Y así, con un par de trasluchadas más, nos metimos por el canal entre las Islas Sisargas y Cabo San Adrián, dejando la piedra de La Carreira por babor y pasando muy próximos a la Piedra del Lobo que quedaba por estribor.

Sobrepasado el canal de las Sisargas la mar estaba más plana y el viento arreció un poco. Orzamos unos grados hacia el mar para librar los Bajos de Baldayo y desde ahí, nuevamente a orejas de burro hacia la entrada de la Ría de Ares que quedaba por la proa a algo más de 20 millas.
Al estar al través de A Coruña, frente a la Torre de Hércules, justo antes de oscurecer y con una mar desordenada que se había vuelto a formar, aún tuvimos que esquivar a unos cuantos pesqueros. Unos, los más pequeños, salían a faenar en manada a la busca de la preciada sardina para la noche de San Juan, mientras los más grandes volvían a puerto estibando la pesca bajo nubes de gaviotas.
Ya de noche nos adentrábamos en la Ría de Ares, pasando frente al Islote de La Marola, que marca la entrada a la Ría y donde un par de fugaces delfines nos dieron la bienvenida, con una bonita Ardora que hace “arder”  las aguas en un mágico efecto luminiscente, hasta que a las 24:30h bordeábamos la punta del espigón del Puerto de Sada y a las 01:00h el “Portutatis” quedaba amarrado y arranchado en su nueva plaza del C.N. de Sada.

miércoles, 27 de junio de 2012

DESTINO MEDITERRANEO. TRAVESÍA EN EL “FAST FERRARI”. (5ª y 6ª ETAPAS).

Sin prisas pero sin pausas nos pusimos en marcha en esa bonita mañana de domingo y una vez que repostamos un poco de gas oil abandonamos el puerto de Almerimar, con una suave brisa del través hasta que nos separamos lo suficiente de la Punta del Sabinal para arribar unos grados a rumbo directo hacia Cabo de Gata, adoptando nuestra habitual configuración de velamen, con mayor y trinqueta a una banda y génova atangonado por la otra.
El ambiente a bordo era relajado y distendido, igual que las condiciones que, en un principio, eran las ideales para la adaptación de la recién incorporada a la tripulación, Carmela.

Poco a poco el viento fue arreciando mientras atravesábamos el Golfo de Almería.
A primera hora de la tarde navegábamos frente a la costa del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, a partir de donde el viento volvió a arreciar, esta vez más notablemente, y por tanto la ola también iba aumentando.


Aunque el barco navegaba de fábula, para evitar que se repitiese la situación de la noche posterior al paso del Estrecho y dado  que todo apuntaba a que mar y viento podían seguir creciendo, decidí meterle dos rizos a la mayor, con vistas a la siguiente noche.

El viento, que entraba en popa cerrada, hacía que nuestra derrota fuera separándose de la costa hasta meternos en la ruta de los mercantes y a la vista de un carguero que venía a vuelta encontrada, decidimos trasluchar para mantenernos por dentro de su “autopista”, al tiempo que el nuevo rumbo  nos permitía apuntar más hacia Cabo de Palos.


Al atardecer navegábamos a muy buena velocidad, con algún que otro planeo y pese al balanceo, nuestro maestro cocinero, Jose Manuel se dispuso a preparar la cena, como siempre antes de la puesta del sol, que dada nuestra longitud actual, se había adelantado sensiblemente.

Durante mi guardia de esa noche, que ahora compartía con Carmela, mientras navegábamos al través de Cartagena, el viento cesó, por lo que hubo que encender el motor y recoger toda la maniobra de las velas de proa y aferrar bien a la botavara el trapo sobrante de la vela mayor, momento en que una ola nos zarandeó, empujando a Carmela hacia una banda y haciéndome caer de culo a mí por la otra, despidiendo mi linterna frontal por la borda. Gajes del marinero.
Esa mañana temprano, doblábamos Cabo de Palos, dejando las Islas Hormigas por babor.
La mar volvía a estar como un plato, la brisa no acababa de arrancarse y el calor iba apretando según subía el sol, así que cayeron algunos baños en la gran piscina de popa (El Mediterráneo).
Según íbamos remontando la costa alicantina, que aparecía con un perfil que parecía hasta bonito entre la bruma que ocultaba su caos urbanístico,  el viento volvió pero muy cambiante en intensidad y juguetón en dirección. Pasábamos de ir en popa, amurados a babor, a un descuartelar amurados a estribor y de vuelta a la popa amurados a estribor, por lo que navegábamos sólo con la mayor y el génova para agilizar las maniobras.

Trasluchamos frenta al Cabo de la Nao para arrumbar, navegando a un largo, hacia el Cabo de San Antonio, que se recortaba bajo el sol con su forma de cachalote por la amura de babor.
Las condiciones térmicas de Dénia y la influencia del Montgó hacen que sea habitual un fuerte incremento del viento en su bahía, y esta vez no fue una excepción. En cuanto pasamos Cabo San Antonio el viento arreció repentinamente y además roló a la proa, lo que nos obligó a ceñir hasta que a una escasa milla de la bocana del puerto, arriamos velas y enfilamos a las recién encendidas luces roja y verde de la bocana ya navegando a motor.
Mientras doblábamos la vela mayor sobre la botavara se desgarró un trozo de la baluma…No fue mucha cosa, pero habría que repararla antes de zarpar al día siguiente.
Serían las 23:00h cuando terminamos la maniobra de amarre en la plaza que nos asignaron. A tiempo, aunque algo justo, de ir a cenar a Dénia por cortesía del que fue nuestro cocinero oficioso durante toda la travesía, Jose Manuél.
En esta escala aún se nos incorporó un último tripulante más, Manel, antiguo compañero de carrera mío y compañero de tripulación, y sin embargo amigo, de dos de los tripulantes del Fastfe, Dani y Javi.

Por la mañana, tras las tareas habituales, parte de la tripulación se dirigió al supermercado para hacer una última pequeña compra, mientras yo compraba agujas e hilo para coser velas y me puse a la faena.
Con todo preparado a bordo sólo faltaba rematar la reparación de la vela mayor, tarea en la que al final me echó una mano Ramón y a las 12:00h estábamos listos para zarpar.
El parte meteorológico daba vientos del ESE, que irían in crescendo hasta fuerza 5 y rolando al SE.
Fuera de la bocana del puerto izamos mayor, de entrada ya con dos rizos, y trinqueta, para navegar de ceñida a un rumbo que en principio no daba para apuntar a rumbo directo.
Con el viento existente en ese momento al barco le faltaba un poco de trapo, por lo que desplegamos también el génova, que demostró un buen rendimiento también para ceñir a unos 33-35º junto con la trinqueta. Rápidamente arreció un poco el viento y navegábamos rápido con el barco bien equilibrado.
Día luminoso donde los hubiera, mar rizada, buena temperatura, buen viento y sobre todo buena compañía… No se podía pedir nada más. Prueba de ello era el ambiente “tenso” que se percibía a bordo…
Poco a poco el viento iba rolando a nuestro favor y nos permitía ir mejorando nuestra proa hasta finalmente completar la etapa de una sola bordada, eso sí, describiendo una derrota parabólica que nos llevó justo hasta la bocana del puerto de La Sabina.
La visibilidad era tal que muy pronto empezamos a avistar por la proa la Isla de Ibiza.
Disfrutamos así de un magnífico día de navegación de los que crean afición.
Al atardecer navegábamos ya al través del peñón de Es Vedrá y el viento bajó un poco de intensidad, por lo que izamos completamente la vela mayor, quitándole los dos rizos y con ello nos dirigíamos ya hacia La Sabina a unos buenos 6 – 6,5 nudos de velocidad, mientras el sol se ponía espectacular por nuestra popa.
Ya de noche nos aproximábamos a la bocana, mientras me ponía en contacto con el armador y comunicaba por radio con Marina de Formentera, donde tendríamos una plaza para esa noche.
Antes de entrar arriamos velas, preparamos la maniobra de atraque y a las 22:00h estábamos ya amarrados en lugar preferente de la marina, con lo que remataba una magnífica travesía que nos trajo desde Galicia en once días, no sin antes disfrutar de una última cena a bordo, preparada como siempre por Jose Manuel.
Después el armador vino a darnos la bienvenida y con él nos tomamos una copa en una de las terrazas del puerto. Las últimas, no obstante, cayeron a bordo antes de irnos a dormir, por última vez en el Fast Ferrari.

La mañana siguiente la pasamos ordenando y recogiendo al tiempo que hacía un chequeo exhaustivo del barco junto a Santi e Iria, los gallegos que se harían cargo del Fast Ferrari durante el verano desde su base en San Antonio de Ibiza.
Picamos una deliciosa empanada y bizcocho cocinado por Iria, más tarde comíamos algo más en el puerto y nos despedimos de Carmela, Jose Manuel y Ramón que salían ese mismo día para Ibiza. Más tarde despedíamos también a Santi e Iria que se llevaban el barco a San Antonio.
El resto fuimos a darnos un merecido baño a Illetes y última hora de la tarde nos recogió el armador para llevarnos a su preciosa casa de Migjorn, no sin antes ir a tomarnos una cervecita de la puesta del sol en un chiringuito de Migjorn y cenar algo en un piji-restaurante italiano, el único que había en las inmediaciones de la casa, sobre la playa.
Al día siguiente me despedía de Dani, Javi y Manel que se quedarían un día más en la isla y yo cogería el "Fast Ferry" a Ibiza para volar a la Península, vía Barcelona (escala de 7 h) donde Ramón tuvo el detalle de irme a esperar e invitarme a comer, un delicioso entrecot, como no J
Por la tarde se acercó  a visitarme al aeropuerto mi sobrino y por fín, por la noche vuelo a casa.

Gracias a todos los magníficos tripulantes que me acompañaron en esta travesía a bordo del Fast Ferrari, con tan buen ambiente. Espero volver a compartir millas con vosotros nuevamente.
Gracias también al amigo Pedro y a mi chica que me fueron a esperar al aeropuerto de La Coruña a horas intempestivas J