Zona poco
habitual de navegación entre los cruceristas nacionales son las Rías Altas
gallegas, quizá porque comparándola con zonas más populares para la navegación,
aquí no tienes que pelearte con nadie en los fondeos, ni te sablean en las
marinas (que ciertamente aquí son pocas), las costas apenas están atestadas de
construcciones y se pueden encontrar paisajes casi vírgenes en sus rías con
playas solitarias de arenas blancas rodeadas de bosques o impresionantes y
agrestes acantilados.
Ya se sabe, el ser humano es gregario por naturaleza y
mejor que así sea, de esta forma se podrá seguir disfrutando de estas
tranquilas costas, apenas compartidas con algunos silenciosos navegantes extranjeros
que las saben apreciar, amén de los locales de cada ría.
Con esta
idea de disfrutar de unos pocos días de navegación tranquila zarpamos el pasado
viernes del puerto de Sada en la Ría de Ares, con viento del WSW de 25 nudos de
media, marejada y amenaza de algún chubasco aislado al abandonar la ría con rumbo
al norte, en busca de la Ría de Cedeira.
Viento en popa con todo el Génova y tres rizos en la
mayor para navegar absolutamente tranquilos, dejamos atrás Cabo Prior y Punta
Frouxeira orzando ligeramente hacia
afuera con intención de librar un chubasco que nos alcanzaba por popa al tiempo
que, una vez trasluchados, librábamos ampliamente los bajos que cierran por el
sur la estrecha entrada de la ría cedeiresa.
Arribamos a
última hora de la tarde al puerto de Cedeira y abarloamos a un pesquero. La Ría
de Cedeira es pequeña pero coqueta y un magnífico fondeadero donde es habitual
encontrarse con veleros extranjeros de paso.
Una vez que estuvimos listos recorrimos el
agradable pero largo paseo hasta el pueblo para cenar. Algo típico de por aquí…
“percebes como carallos de home”.
De vuelta en
el barco unos gin tonics en la bañera para rematar la jornada.
El día
siguiente amaneció luminoso y espléndido. Tras el desayuno largamos amarras
para dirigirnos a fondear frente a la espectacular playa de Vilarrube, en la
misma ría.
Preparé el
dingui para poder bajar a tierra y que diesen un buen paseo por la playa en la
que a pesar de ser agosto sólo se veían poco más de cinco o seis almas.
Precioso fondeo donde después de comer y echar la
siesta levamos ancla para dirigirnos al cercano Puerto de Cariño, al principio
de la intrincada e inaccesible Ría de Ortigueira.
Dejamos la
Ría de Cedeira, pasamos bajo Punta Candelaria, con su bonito faro, navegamos
frente a los acantilados de San Andrés de Teixido, donde “vai de morto quen non foi de vivo”, doblamos el siempre espectacular Cabo Ortegal custodiado
por sus “Aguillóns” y al poco entramos en el Puerto pesquero de Cariño, abarloándonos
a una gabarra.
Pasamos ahí
la noche y a la mañana siguiente zarpamos hacia la vecina Ría del Barquero,
doblando la Punta de la Estaca de Bares.
El Barquero
es un pintoresco y pequeño pueblo marinero, de lo más bonito de la zona,
situado en la desembocadura del Río Sor, a cuyo diminuto puerto es
prácticamente imposible llegar en velero debido a la gran barra de arena y al
poco calado de su canal de entrada, por lo que nos aproximamos hasta la Punta de la Barra, delante de cuyo faro
fondeamos. Exploraron la zona con el dingui, regresando más tarde a bordo para
comer.
Por la tarde
volvimos a levar el ancla para dirigirnos, por dentro de la Isla Coelleira, a
la siguiente Ría, la de Viveiro.
Al fondo de la ría y dejando el puerto
pesquero de Celeiro a babor ascendimos por el Río Landrove hasta la Marina de
Viveiro, en cuyos pantalanes amarramos. Pasamos tranquilamente a bordo el resto
de la tarde, mientras iban entrando barcos extranjeros, principalmente
fraceses, británicos y alemanes.
Magnífica
cena en un restaurante del casco antiguo y vuelta al barco. Al día siguiente
había que madrugar.
Con las
primeras luces del día dejamos el puerto con rumbo de vuelta a la ría de Sada.
La ría
estaba tranquila pero encontramos la mar algo más agitada al paso de Estaca de
Bares, donde el Cantábrico se encuentra con el Atlántico.
A una muy buena
velocidad entre 8 y 9 nudos pronto dejamos atrás Cabo Ortegal, Punta Frouxeira,
Cabos Prior y Prioriño navegando con motor y mayor, dando ligeras bordadas para
apoyarnos en esta. El barco se portó espléndidamente.
Desandamos
el camino recorriendo las casi 60 millas que nos separaban del Puerto de Sada
en siete horas, a donde arribamos a primera hora de la tarde, terminando así el
periplo por las más altas de las Rías Altas, un entorno natural salvaje de gran
belleza.
Del año que viene no pasa, mira que le tengo ganas a las rías del norte. Un abrazo
ResponderEliminarMerecen la pena, Jose Antonio.
EliminarUn abrazo.