Hay quien sólo distingue entre las Rías Baixas y la Rías Altas, pero considero que hay un grupo de Rías que por su situación y características tendrían una denominación propia, las Rías Medias, las más desconocidas pero incluidas en la famosa “Costa da Morte”.
Estas, de norte a sur, serían: Ría de Corme y Laxe (que se podría considerar incluida entre las Rías Altas), Ría de Camariñas y Muxía, Ría de Fisterra y Corcubión y por último la Ría de Muros y Noia.
La pasada semana emprendimos camino desde la Ría de Ares y Sada hacia el oeste primero y hacia el sur después, recorriendo las Rías Medias en cortas etapas, hasta la Ría de Arousa y vuelta.
Con buen viento del norte zarpamos el jueves por la tarde del Puerto de Sada hacia Malpica, navegando de través con un par de rizos en la mayor, lo que nos permitió hacer unos 8 – 9 nudos de velocidad con toda comodidad.
A última hora de la tarde la visibilidad empeoró con una húmeda bruma y arribamos al Puerto pesquero de Malpica ya sin luz. Hay que decir que la luz verde de la entrada del puerto, situada en el extremo de su alto espigón, da menos luz que una luciérnaga moribunda, sin duda debido a la cantidad de veces que los temporales la han arrancado.
Nos abarloamos al único pesquero medio-grande que permanecía en su boya de fondeo, pues el resto ya habían salido a faenar. Cenamos a bordo y nos fuimos a dormir.
A las cinco de la madrugada llegó la tripulación del pesquero, un naseiro, para preparar los aparejos antes de salir a faenar. A las seis y pico, después de charlar un rato, se fueron, dejándonos la boya y a las siete y media zarpamos nosotros también, en una mañana de calma con algunas nubes que aumentaron a lo largo del día.
El C.N. de Camariñas posee los pantalanes más antiguos de la zona, siendo los únicos de la Costa da Morte durante muchos años. Recientemente han puesto a funcionar también las instalaciones de pantalanes para embarcaciones deportivas en Muxía.
Esa tarde brilló el sol, así que nos quedamos en la Ría, yendo a fondear en el lado norte, frente a la playa de Lingundia, un paraje precioso que por el número de veleros extranjeros fondeados en la zona se diría que es bien conocido allende nuestras fronteras.
Al final de la tarde volvimos al amarre de Camariñas.
El sábado volvió a cerrarse en niebla, incluso a orvallar, hasta que entrada la mañana azuleó el cielo sobre Camariñas y zarpamos, pero la niebla nos esperaba en la boca de la Ría y ni siquiera llegamos a ver ya Muxía ni el Santuario de la Virgen de la Barca.
Bordeando el Cabo nos dirigimos al socaire de la Playa de Langosteira, con su arena blanca, para fondear y comer tranquilamente, mientras se apreciaba la niebla retenida a barlovento de la tierra, enganchada en las cumbres.
Al atardecer levamos el ancla para dirigirnos, viento en popa a toda vela, hacia la Ría de Muros y Noia dando unas cuantas trasluchadas para ir librando los bajos de Los Miñarzos, Los Meixidos y Los Bruyos hasta dejar Monte Louro por babor y adentrarnos en la Ría con la puesta de sol, para arribar finalmente al C.N. de Portosín donde pasamos la noche.
El lunes despuntó una mañana luminosa. Con un buen nordeste portante dejamos el puerto navegando con el génova rumbo al Castro de Baroña, para seguir esa costa hasta el Cabo Corrubedo. Una vez doblado este nos dirigimos a fondear frente al pueblo de Corrubedo y al principio de la playa franqueada por la gran duna que lleva ese mismo nombre.
Una pareja joven de navegantes a bordo de su velero, de pabellón británico y aparejo de junco, fondearon a nuestro lado. Siempre me ha llamado la atención este tipo de aparejo, parece sencillo y de fácil manejo, aunque me gustaría probar sus prestaciones con mal tiempo…
Los veo pasar silenciosamente a vela por nuestra popa dispuestos a fondear, ella a la caña, él en proa con el ancla… y me dan envidia… navegando libres, solos y tranquilos.
Bien entrada la tarde levantamos el fondeo para dar unas bordadas a vela por la ría, volviendo a última hora a los pantalanes del puerto del Camariñal, donde pasaríamos la última noche antes de zarpar de vuelta a la base en Sada. Noche con una luna llena de justicia que caía a plomo sobre la Pobra.
A la mañana siguiente el día parecía perfecto, pero en cuestión de minutos la ría se cerró en niebla. Afortunadamente justo antes de afrontar de nuevo los estrechos de Aguiño, a la salida de la Ría, la visibilidad aumentó un poco, lo suficiente para pasar con tranquilidad entre piedras y bajos.
Pero no fue hasta pasado Cabo Fisterra que el día no abrió completamente, empujados por un buen viento del sur, con una flota de seis o siete veleros a la vista que navegábamos hacia el norte y una manada de retozones delfines que nos escoltaba.
Antes de Cabo Vilán navegamos a orejas de burro para arribar más y librar la piedra del Bufardo y cruzamos derrota, muy próximos, con un velero francés de unos cincuenta pies.
Un tirón de la botavara y una trasluchada después, dobló un mosquetón y reventó el enganche de una polea del sistema de retenida, pero sin consecuencias. Aquí todo tira fuerte.
En cuanto libramos la piedra y nos dio para poner rumbo a Punta Nariga pasamos el génova hacia babor de nuevo para cerrar el ángulo al viento, pero al dejar atrás Cabo Vilán el viento fue amainando rápidamente y tuvimos que seguir propulsados a motor, con la mayor arriba.
Este barco tiene tres depósitos de gas oil, dos en popa (Br y Er) y un tercero a proa del palo, el cual tiene una bomba que trasvasa el combustible hacia el de popa Br.
Con el tanque de popa Er en reserva, navegábamos tirando del de popa BR, pero el conducto que va de este depósito al filtro demostró estar algo obturado (ya había dado muestras un tiempo atrás) y cada vez le costaba más al motor mantener las revoluciones, a pesar de que el depósito estaba casi lleno. Así que, gracias a una bomba de repuesto que había en un tambucho, con dos trozos de manguera hicimos un by pass para trasvasar, a través de las tomas de los depósitos, el gas oil del tanque de Babor al de Estribor.
Pronto cruzamos el estrecho de Sisargas y navegamos a ocho nudos rumbo unas cuartas a babor de La Torre de Hércules.
A medio camino el cielo fue perdiendo color por las nubes y oscureciendo por la noche.
Doce horas y media después de zarpar de la Pobra do Caramiñal, a las 23,15h amarrábamos en los pantalanes de Marina Sada. El tema de los tiempos en este barco es otra cosa.
Precioso, y los delfines increibles. A ver si nos encontramos en una de tus bajadas, aunque navego sigo albañil, mayormente.
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