Hacía tiempo que no navegaba con mi amigo y colega Carlos, de los que se apuntan a un bombardeo sin preguntar nada.
Así, en un día de verano, puede que fuese domingo, nos fuimos a Combarro, al fondo de la Ría de Pontevedra, para embarcarnos en el “Séptimo Día” y navegar remontando la costa gallega hasta Sada.
No parecía el día más apropiado para hacerse a la mar pues una espesa niebla caía sobre la ría. No obstante duró poco y en cuanto salimos de ella pudimos ver ya la isla de Ons por la amura de babor.
Con una suave brisa del oeste pusimos rumbo a pasar entre las islas de Ons y Sálvora.
No tardó mucho Carlos en colocarse en su sitio preferido, con su pantalón de navegar africano que muy apropiadamente parece un pijama :-)
En navegación tranquila, sólo amenizada por el cruce con algún carguero, el día fue abriendo y la brisa, poco a poco, desapareciendo.
En cuanto salimos lo suficiente para librar los bajos de Corrubedo pusimos rumbo directo a Cabo Fisterra, que desde el sur se puede ver con mucha antelación, y la suave brisa acabó convirtiéndose en calma chicha.
La mar era una balsa de aceite, pero a ratos, a pesar de no dejar marca sobre el agua, la brisa hacía alguna presión sobre las velas, aunque no la suficiente para prescindir del motor, y así, lentamente, Fisterra se iba haciendo grande frente a la proa.
Al atardecer, antes de llegar a Fisterra, un frente oscuro y amenazador se aproximaba desde el mar, en un bonito juego de claroscuro.
Por fin, antes del anochecer, doblábamos Cabo Fisterra, mostrándonos su cara más amable e inofensiva.
La noche, como era de prever por la rápida evolución del frente, trajo viento, pero las nubes pasaron pronto y nos dejó una luna esplendorosa que iluminaba el mar como un gran foco.
Fuimos doblando un cabo tras otro hasta alcanzar las Islas Sisargas, que dejamos por estribor y donde pusimos ya proa hacia la Ría de Ares, que aún quedaba lejos, a unas 25 millas .
Sobre las luces de Malpica, unas nubes tamizaban a la luna, anunciando un aumento de viento que no se hizo esperar. Viento del sur que, según el parte meteorológico debería haber llegado mucho antes.
Empezó a clarear al paso frente a la Torre de Hércules, navegando a un largo, con buen viento y mar ya algo picada, pero no fue hasta la boca de la Ría de Ares que rompió el amanecer con una intensidad que tiñó de rojo el mar, brindándonos un espectáculo de luz y color de los que hacen que merezca la pena estar despierto a esas horas.
Y bajo ese cielo colorido y cambiante fuimos adentrándonos en la Ría hasta que finalmente arribamos al Puerto de Sada al mismo tiempo que el nuevo día.
?sabes que me encanta? pues como siempre fotazas!
ResponderEliminary momentazo!
ainss que ganas de volver a navegar!
besitos
:-) Gracias Aniña. Siempre tan amable...
EliminarYa sabes, si alguna vez te caes por aquí, y se puede, estaré encantado de salir a navegar contigo.
Bicos.