lunes, 20 de febrero de 2012

ACOMPAÑANDO A “EVA” DE VUELTA A CASA

Esta pasada semana he vuelto a navegar a bordo del ketche de once metros, Eva, acompañando a su armador desde el puerto de Cangas (Pontevedra) hasta Cádiz, en su camino de vuelta a casa en el Mediterráneo.
Me he sentido como un “celestino”, facilitando el rencuentro de “Eva” con su antiguo armador, lo que me ha producido casi tanta satisfacción como la propia travesía, que a resultado rápida y agradable, aunque fría.
El sábado por la mañana llegaba a Vigo para, como en “Los lunes al sol”, coger el barco que cruza la Ría hasta Cangas, puerto en el que se encontraba el Eva tras realizarle algunas reparaciones y limpieza de la obra viva. Mini travesía que, a pesar del día espléndido, no está carente de riesgo, a tenor de los últimos acontecimientos mediterráneos…
Después de una agradable comida con el armador y su mujer, sin prisa, dejamos el Puerto de Cangas enfilando hacia el canal del sur de salida de la Ría de Vigo.
Daba gusto ver la cara del armador, contento de volver a emprender travesía junto a su querido y recobrado Eva.
La meteo anunciaba vientos flojos del NE, mar llana y sol. En principio coincidía en todo salvo en la dirección del viento que durante las primeras millas fue SW.
Al paso frente a la Ría de Bayona apreciamos ciertas anomalías e imprecisión en el funcionamiento del GPS, pero hechos unos ligeros reajustes parecía volver a tener cierta coherencia.
Caía la tarde aún frente a la costa gallega mientras navegábamos ya con rumbo SSW, aproximadamente, hacia el canal de Berlengas, pero también caía la brisa y la temperatura, así que fuimos vistiendo nuestras galas para la noche, añadiendo capas según descendía la temperatura.
Aquí podemos ver al armador con una indumentaria entre cosmonauta ruso, piloto de carreras y super mario bros :). Aún habría que añadir el traje de aguas, el pasamontañas y los guantes.
Precioso crepúsculo, tónica general durante todos los días que duró la travesía, pero a medida que oscurecía y descendíamos en latitud, el viento fue arreciando ya del NE y con él la mar de viento, mientras la sensación térmica también caía en picado, navegando con toda la mayor y el génova desplegados en cuanto se arrancó el viento.
Durante la primera noche el viento alcanzó una media de 20 nudos y una luna tardía, menguante, iluminaba la mar.
Cena ligera acompañada de una sopa caliente, que ayudaba a entonar el cuerpo y nos organizamos en guardias de dos horas.
Con el amanecer la temperatura alcanzaba sus mínimos, sensación térmica ayudada por el incremento del viento que arreció hasta los “veintimuchos” nudos, por lo que fuimos reduciendo mayor, hasta quitarla por completo y dejando dos tercios de génova.
Durante la mañana del domingo el frío continuaba siendo intenso y el viento aún arreciaba un poco más hasta los 30 nudos.
La mar estuvo preciosa, como papel de plata, y la navegábamos rápido a una media de 7 nudos a rumbo directo.
Por la tarde, después de una comida caliente, viento, mar y temperatura se suavizaron notablemente y disfrutamos de una navegación agradable.
Los delfines nos acompañaron durante gran parte de la travesía, escoltándonos o jugando en la proa, grupos pequeños, manadas más grandes, madres con sus crías o guarderías de jóvenes acompañadas de un par de adultos, hicieron que nos sintiésemos acompañados. Supongo que la escasez de barcos durante esta época del año hace que sus oportunidades de diversión se reduzcan bastante y por tanto las aprovechen al máximo.
A última hora de la tarde del domingo ya pudimos ver las islas Berlengas y Faralhoes por la amura de estribor, llegando a su altura, frente a Cabo Carvoeiro, con la puesta de sol, al que siguió otro espectacular crepúsculo de luz intensa y colores mágicos.
El hecho de que fuera domingo y de pasar más próximos a las islas que al cabo hizo que apenas encontrásemos palangres por esa zona.
Según el sol iba descendiendo hacia el horizonte, la temperatura también iba bajando, anunciando otra noche fría.
La mar y el viento se mantuvieron muy moderados durante la primera parte de la noche, hasta Cabo Raso, cabo que marca por el Norte el inicio de la bahía de Lisboa, a partir de donde el viento se fue algo más al Este y arreció, afectado por la influencia de la desemboca del Tajo y el golfo de Setúbal, aumentando el fetch y por tanto la mar, que en ese momento nos alcanzaba por el través haciendo que la navegación se tornase algo más incómoda.
Quizá en algún momento durante esa noche y la mañana del lunes el viento superase los 30 nudos y la sensación térmica bajó de los 0º C. Está bién sentir un poco de frío de vez en cuando, revitaliza y hace sentirte vivo, aunque se suela decir: "me muero de frío..."
Al llegar al paralelo de Cabo Sines, el viento se volvió a entablar del NE y la mar nos entraba más por la aleta de babor, a lo que sumamos una ligera variación del rumbo, unos pocos grados más hacia estribor del rumbo debido a Cabo San Vicente, para tener la mar más de popa, consiguiendo una navegación menos movida.
Durante las horas centrales del día el sol por la proa daba a la mar un aspecto metálico, frío y luminoso, muy bonito pero deslumbrante.
Con dos tercios de génova desplegado navegábamos a 7-8 nudos, con alguna punta de 9.
Al igual que sucedió el día anterior, por la tarde, las condiciones de viento, mar y temperatura se moderaron, permitiéndonos arrumbar cómodamente justo hacia el cabo, con todo el génova desplegado.
De nuevo una escuela de delfines jugaba con nosotros y nos acompañaba hacia el siempre espectacular Cabo San Vicente que doblamos a última hora de la tarde.
Rápidamente dejamos por popa Punta Sagres que se recortaba en el crepúsculo como la proa de un barco.
Dada la buena marcha que llevábamos decidimos recalar esa noche en la Marina de Lagos, hacia donde nos dirigíamos al resguardo de la costa del Algarve portugués. Las recaladas nocturnas siempre tienen cierta complicación, pero a primera hora de la noche estábamos remontando ya el río para amarrar en Lagos a tiempo para homenajearnos con una buena cena acompañada de un buen vino de la casa.
Con el calefactor de a bordo encendido, en la quietud del amarre, esa noche dormimos confortablemente.

 Antes de la salida del sol dispusimos todo para volver a zarpar y poco después del orto descendíamos por el canal hacia la bocana, en lo que parecía iba a ser un día espléndido, como así fue.
Al poco navegábamos con toda la mayor y el génova, bajo unas condiciones idóneas, entre mar rizada y marejadilla, con unos 15 nudos de viento de la aleta.
Sentado en la proa era fácil abstraerse de todo y quedarse hipnotizado con la mirada perdida en el horizonte sobre un mar nítido y brillante que se abría bajo la roda. Abstracción de la que sólo salí con una nueva visita de los delfines que me dediqué a observar de cerca, tendido sobre la cubierta de proa, a pocos palmos de tocarlos con la mano, para darme cuenta de que me había vuelto a quedar hipnotizado, esta vez por ellos.
La mañana transcurrió navegando a buena velocidad, sin más novedades que el cruce, de vez en cuando, con algún pesquero que faenaba por la zona bajo una nube de gaviotas alborotadas.
Al medio día el viento había rolado a la popa, amainando ligeramente y la temperatura subió súbitamente a medias primaverales, haciendo que fuéramos quitando capas de abrigo.
La navegación resultó tan tranquila que tuvimos tiempo para leer, o dormitar, hacer pequeñas reparaciones de fontanería en el interior, comer algo, o bien simplemente pasmar…. Para romper un poco la rutina decidimos izar el spi asimétrico que estuvo un rato tirando bien del barco, hasta que el viento se fue durmiendo poco a poco.
Arriado el spi, aún volvimos a desplegar mayor y génova con una brisa más cerrada, dejando atrás una nueva puesta de sol, pero al caer la noche calmó y navegábamos ya sólo impulsados por el motor rumbo a Cádiz.
Durante la primera parte de la noche, la temperatura no tuvo nada que ver con la de las noches anteriores, deslizándonos suavemente bajo un techo de nítidas estrellas, pero nunca se deben lanzar las campanas al vuelo antes de tiempo. Al irnos acercando a la costa gaditana saltó una brisa de la proa y la temperatura se desplomó de nuevo. Finalmente nos adentramos en la Bahía de Cádiz y a eso de las cuatro de la madrugada del miércoles amarrábamos en los pantalanes de Puerto América.
A la mañana siguiente, después de una buena ducha, caminamos hasta la ciudad para desayunar y sacar mis billetes de vuelta a casa.
La mañana aún me dio para conocer a otro agradable “tabernario”(Al Tanllaui) amigo del armador (ambos miembros del foro “La taberna del puerto” ) que se ofreció para acercarnos de nuevo al barco y que yo pudiera recoger mi bolsa e irnos los tres a comer algo antes de mi partida a primera hora de la tarde.
A partir de ahí, Nunki10 (nick tabernario del armador), continuó solo su travesía junto al Eva de vuelta al Mediterráneo. La verdad es que ya le había cogido cariño a “Eva” después de haber compartido casi 2.000 millas en el transcurso del último año.
¡Espero que hayáis tenido buena travesía! Por lo que he sabido, el paso del Estrecho ha sido magnífico, no sé si acaso algún problemilla con un cabo en la hélice ya en el Mediterráneo, aunque confío que nada importante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si eres una persona de bien, deja aquí tu comentario