Para muchos un loco, un anacoreta, para otros un artista, un genio. Para él sólo un hombre… Man, como le gustaba que le llamasen.
Desde mi punto de vista, un auténtico cribeiro, un artista creativo con una filosofía de vida, que aunque quizá bastante radical, llevó coherentemente hasta el final.
La gente del pueblo le construyó una diminuta casa entre las rocas, en las afueras del pueblo, alrededor de la cual creó su obra, con piedras redondas, y cosas que traía la mar.
Pintó su entorno a base de círculos de colores, pero también pintó sobre cualquier soporte, incluido papel o lienzo. Escribía en pequeños cuadernos en los que plasmaba su visión del mundo con cortas frases.
Cuando su fama trascendió más allá de la zona, allende de las fronteras, a la gente que visitaba su “museo”, les pedía una moneda y les entregaba una hoja y un lápiz para que dibujasen cualquier cosa que les inspirase lo que estaban viendo.
Murió un día de los santos inocentes, 40 años después de su llegada a Camelle. Qué apropiado para él.
Aún recuerdo la imagen en la tele de Man llorando ante los efectos del malogrado petrolero.
Los que le conocían dicen que murió de tristeza al ver destruido su paraíso por el chapapote.
“ Yo decir que esto no debe limpiarse nunca…Ser episodio de la Historia. Quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa”.
Qué hombre más admirable.
De mayor quiero ser como él…. (aunque quizá algo más abrigado).
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