Empieza el verano y aumenta el número de barcos en el mar y
el movimiento en puertos y fondeaderos.
Aunque pueda parecer obvio, por desgracia no lo es tanto, me
refiero a la práctica de las buenas costumbres marineras, o lo que es lo mismo,
de la educación.
Esos pequeños detalles que realzan al marinero y hacen más
agradable, si cabe, la navegación.
Así, a bote pronto, se me ocurren algunas, desde las más
resabidas, y no por eso las más cumplidas de las normas, como puede ser no
navegar a una velocidad superior a los tres nudos dentro del puerto o en un fondeadero,
especialmente las embarcaciones de
motor, pues desplazan más agua.
Es bueno pues recordar una serie de normas de conducta en el
mar, que con frecuencia se olvidan, para no hacer a los demás algo que no te
gustaría que te hicieran, o aunque no te importase que te lo hicieran, pudiera
ser que a otro sí.
También hay detalles que simplemente denotan tu amor al mar
y a las cosas bien hechas.
Otro ejemplo es el saludo. Ese saludo un poco al estilo de
“los moteros”, que viene a manifestar un sentimiento de solidaridad, por
respeto y simpatía hacia alguien al que le gusta lo que a ti, alguien de mar.
Pero también por pura cortesía.
Es inevitable aquí hacer referencia a la división entre
“Traperos” y “Camioneros” (también conocidos por algunos como “Tractoristas”).
Es sabido que son dos “especies” difíciles de mezclar, entre las que hay cierto
recelo, por ello no es poco habitual el saludo sólo entre “Traperos”, quizá
también entre “Camioneros”. Hay una tercera clase que considero a parte, que no tiene ni nombre,
conocida como… “los de las motos de agua”. Quizá podríamos denominarlos
“Chicharreros”, por lo molesto del ruido o “Mosquiteros”, por lo tocahue…
Tengo que reconocer que me siento más cómodo entre los
“Traperos”, si bien es cierto que para mí “Camionero” tiene connotaciones que van más allá del
hecho de navegar en embarcaciones de motor. Hay gente que navega en veleros que
no considero “Traperos” y quien navega en barcos de motor que no considero
“Camioneros”. Es más bien una cuestión de actitud, que distingue entre los que
son navegantes y los que, en un momento dado, simplemente van en barco.
Así podemos recordar una serie de formas de actuar o de
actitudes que se entienden como buenas costumbres marineras:
En un fondeadero es recomendable llegar despacio, buscando
un lugar para largar el ancla respetando las distancias de seguridad y el
espacio vital de cada barco que garantice cierta intimidad.
Es difícil encontrar un fondeadero o una cala en la que
estemos solos y por tanto, sobre todo en estas fechas, hay que compartir. Pero
todas tienen un límite y si no hay ese espacio mínimo, lo suyo es buscar otra.
Tampoco está bien cuando estemos en un fondeadero, obligar a
los vecinos a escuchar nuestra música, el volumen para que se escuche a bordo
será suficiente, ni tampoco montar mucha bronca pasadas ciertas horas.
Utilizar la luz de fondeo o cualquier otra que señalice el
barco durante la noche ayuda a los que llegan tarde a deambular por el
fondeadero. Así como cuando utilicemos el dingui para bajar a tierra y pensemos
volver a bordo de noche es aconsejable llevar alguna linterna que nos haga
visibles.
Cuando lleguemos a un puerto y pensemos abarloarnos a otro
barco, es bueno, si es posible, pedir permiso al barco al que nos abarloemos
(también es bueno darlo), siempre que nuestro barco no sea claramente mayor que
el que queda por dentro.
En el caso entre dos veleros habrá que tener cuidado con no
dejar las jarcias al mismo nivel, y si es necesario, invertir el sentido para
dejar nuestra proa hacia el lado donde está la popa del vecino para evitar el
enganche de las jarcias fijas en caso de balanceo.
Recordemos que el que llega, pone las defensas y que no
conviene agarrarse a los guardamancebos o candeleros del vecino para separar o
frenar nuestro barco.
A partir del tercer barco abarloado conviene que demos
también cabos a tierra para evitar el efecto acordeón si salta viento y que no
sean sólo las amarras del primero las que aguanten todo el esfuerzo.
Muy atentos, en caso de haber mareas, de
dejar cabo suficiente para la bajamar.
Cuando encapillemos nuestra amarra a un noray o bolardo
recordad hacerlo por dentro de las gazas de las amarras que ya estén. Es fácil
que el primero que llega sea también el primero en zarpar y que no tenga que
soltar nuestras amarras para poder liberar las suyas.
Atentos también a que nuestra jarcia de labor no empiece a
golpear el mástil si salta viento. Cuesta mucho conciliar el sueño cuando una driza
martillea constantemente el palo.
Una vez abarloados, si saltamos a tierra pasando por los
barcos vecinos, es buena costumbre marinera cruzar por la parte de proa y sin
parecer una manada de búfalos en estampida, pues se debe respetar la intimidad
y tranquilidad de los vecinos. Y, sobre todo al volver a bordo, tratar de
limpiarse el calzado o descalzarse para no dejar las cubiertas de los otros
hechas un asco.
Es solidaridad marinera echar una mano en la maniobra del
que llega o del que zarpa, pero sin dar órdenes. Sólo en caso de que sea
evidente que el otro no tiene muy claro lo que hace sugerir algún consejo, sino es preferible
simplemente estar atentos a sus peticiones, pues la maniobra es suya.
A bordo de nuestro barco es bueno que el patrón explique
previamente la maniobra a sus tripulantes y que estos, durante la maniobra, se
mantengan en silencio para atender a las indicaciones del patrón. Gritos, a
bordo, los justos para hacerse oír.
Recordad la máxima: “orden + contraorden = desorden”
Luego, en la mar, respetar el RIPA y si vas en una
embarcación de motor y no quieres que te llamen “Camionero”, sé consciente de
tu ola e intenta pasar a una distancia prudencial de otras embarcaciones para
no dejarlas “temblando”.
Por último algunas cuestiones casi estéticas pero que
también tienen su razón de ser, como que las defensas sirven para lo que sirven
y se llevan colgando en navegación sólo si tienes intención de abarloarte a
otro barco o si eres un dejado perezoso como para estibarlas en su tambucho. De
lo contrario puedes perderlas o simplemente salpicarte, pero no dan muy buena
imagen.
Lo mismo que ver la cubierta de un barco bien arranchada,
con sus cabos ordenados, dice mucho de quien va a bordo y facilita la maniobra
cuando los necesites.
Ahora a disfrutar del verano y de la navegación,
recordando que no estamos solos
Un buen repaso!
ResponderEliminarComo en la carretera en la mar la mala educación se manifiesta en toda su espectacularidad , al igual que la buena
Un abrazo
j
Es verdad, JJ. En la mar, la carretera y el parchís sale lo peor o mejor de nosotros :-)
EliminarUn abrazo y buen verano.