martes, 20 de diciembre de 2016

BREVE HISTORIA DEL “REMOLÓN”

Al igual que sus tripulantes, el Remolón tiene lo suyo encima.
Nació en Cornualles en 2006, literalmente de las manos de Steve Garner  y Paul Harris, que lo construyeron  para cruzar el Atlántico a remo en 2007 bajo el nombre de “The Reason Why”, cruce que hicieron en 55 días y medio.
En principio no era más que un montón de paneles de madera contrachapada recortables con un manual de montaje, como un mueble de Ikea. Pero por lo que se ve Steve y Paul hicieron un buen trabajo.


 Diseño de Rowsell & Morrison para construcción en kit, el bote tiene una eslora de 7,20 m por 1,9 m de manga y un peso de 250 kg que a plena carga puede llegar a desplazar entre 800 y 1000 kg. Construido en panel de contrachapado marino recubierto de tres capas de resina epoxi, el bote está dividido en compartimentos estancos y con un lastre de agua potable de 150 litros es autoadrizable.

En 2009 volvió a cruzar, con el equipo “Atlantic Song” formado por Paul Milnthorpe y Jim Houlton, empleando 77 días en completar la travesía.

En 2012 se restauró en los astilleros Rossiters, cambiándole el timón por un sistema de “cassette” que permite intercambiar la pala del timón con la orza. Se pintó de rojo y se cambió toda la instalación eléctrica con vista a un tercer cruce en 2013, pero este no llegó a realizarse por la baja de uno de los tripulantes a última hora.

Posteriormente pasó a manos de Shaun Farnwoth con el nombre de “Victoria Rose”.
Durante una travesía a Canarias, con escala en Gibraltar, Jesús y yo vimos por primera vez al “Victoria Rose” y pocos meses después pasó por fin a llamarse “Remolón”. 
A continuación, primero Jesús y después yo, nos vimos involucrados en un desafío, cruzar juntos el Atlántico a remo en la Talisker Whisky Atlantic Challenge 2017/18. 

Ahora, a pesar de que está completamente equipado, trataremos de actualizar alguno de sus elementos, darle una mano de pintura y adaptarlo a nuestras necesidades antes de realizar la que será su tercera travesía atlántica en 2017.

El bote ya conoce el camino… sólo esperamos que lo recuerde… J

miércoles, 14 de septiembre de 2016

PEQUEÑA ESCAPADA A CEDEIRA

En una temporada atípica en cuanto a navegación, habiendo recorrido muchas menos millas que otros años, rematamos (al menos aparentemente) con una pequeña, pero agradable, travesía de un par de días.
La intención era haber hecho una salida de una semana, pero la predicción meteorológica sólo nos daba dos, que empleamos en navegar hasta la Ría de Cedeira y volver.
Zarpamos la mañana del domingo del Puerto de Sada para tirar hacia el norte. La predicción era buena, con viento del Oeste-Suroeste y, en principio, día soleado. Aunque los vientos de componente oeste no tardaron en traernos un espeso banco de niebla que nos alcanzó a la altura de Cabo Prior y que no dejamos hasta pasado el espigón del Puerto de Cedeira.

En cuanto estuvimos fuera de la Ría de Ares un buen viento de la aleta nos empujó, permitiéndonos navegar por encima de los ocho nudos de velocidad. Ese mismo viento nos trajo la niebla al cabo de una hora. Niebla cerrada que a duras penas nos permitió ver el cruce con un catamarán y un par de barcos más que sólo vimos en la pantalla del radar.


A primera hora de la tarde embocamos la estrecha entrada de la Ría de Cedeira, dejando por estribor los bajos que la franquean por el sur, totalmente a ciegas, guiados por el plotter y el radar, justo hasta doblar la punta del espigón, donde la niebla abrió, permitiéndonos dirigirnos al fondeadero donde sólo había un velero francés y otro sueco fondeados, en un tranquilo y soleado microclima, pues la niebla quedó atascada en la boca de la Ría. 


Muy agradablemente fondeados comimos a bordo y, tras la siesta, botamos el auxiliar para dirigirnos a la cercana y espectacular playa de Vilarrube, donde desembarcamos, no sin algún apurillo con las rompientes, para dar un prolongado paseo por su extenso arenal.
De vuelta al barco con la caída del sol, una ducha, cena a bordo y sesión “cine”. El fondeadero en la bahía de Cedeira, además de bonito, es de los mejores para dormir tranquilos.


Amaneció una mañana tranquila y soleada aunque con algunas nubes altas. Después de desayunar y subir el dingui a bordo dejamos el fondeadero, dirigiéndonos a la boca de la Ría. 

Una vez fuera el viento se entabló del sur, justo de la proa, por lo que la travesía de vuelta a la Ría de Ares lo realizamos todo a motor. El parte meteorológico anunciaba para el día siguiente la entrada de un frente con fuertes precipitaciones y notable caída de temperatura.

Una vez que alcanzamos nuestra Ría nos dirigimos a un recogido fondeadero donde comimos, nos bañamos y pasamos el resto de la tarde hasta que a última hora volvimos al puerto, rematando así una corta pero tranquila y agradable travesía de un par de días.
Al día siguiente se acabó el verano.

lunes, 27 de junio de 2016

EMPIEZA LA TEMPORADA ALTA.

Mayo y Junio suelen ser los meses en los que se prepara a la mayoría de los barcos para la temporada alta, es decir, el verano. Digo la mayoría porque los que navegan todo el año ya suelen tenerlos listos, con pequeños mantenimientos constantes. Pero aún en estos casos suele aprovecharse la llegada del buen tiempo para realizar algunos trabajos.

En el caso del Marola IV, que sí tiene una temporada definida entre finales de junio y mediados de septiembre, ya desde abril empezaron los trabajos a bordo. 
Primero con la retirada de la capota de invierno que lo cubre por completo.

Una inmersión para hacerle una limpieza ligera de la hélice, el timón, las tomas de refrigeración y la línea de flotación, con vistas a su transporte, este año, a Vigo, pues tocaba pintar el casco (tarea que duró casi todo el mes de mayo) y, aprovechando la varada, limpiar la obra viva y darle patente.

Por las prisas no llegaron a tiempo los ánodos, que habrá que reponérselos sumergiéndose nuevamente.

También allí se le cambió todo el banco de baterías, que ya tenían sus años y estaban muy deterioradas. Se sustituyeron sus nueve baterías húmedas por siete baterías AGM estancas, de mucho mejor rendimiento, seguridad y comodidad, con menor peso y ocupando menos espacio, para dar servicio al arranque del motor, del generador, servicio de instalación de 12V. y servicio de instalación de 24V. Al tiempo que se cambió también el cargador de 24V.


Se colocó el génova en el enrollador y una vez el barco ya de vuelta en Sada, tocaba la limpieza general del interior, la impermeabilización de la capota anti rociones (que ya hacía agua) y sobre todo, la limpieza a fondo y tratamiento de la teca de cubierta. Esto es quizá uno de los trabajos más arduos, más si hace uno solo los 18 metros de cubierta.



Siempre quedan trabajos por hacer, los barcos no dan descanso, entre otras cosas las revisiones del motor principal y del generador, o el engrasado de los winches y pequeños detalles sin fin, pero lo más gordo ya está hecho y ahora el Marola IV espera reluciente en su amarre la llegada de sus armadores para hacerse a la mar en su nueva temporada.