Aún con regusto a brea y salitre después de un día
disfrutando del ambiente en la reunión de embarcaciones tradicionales de Cabo
da Cruz (Boiro, A Coruña). “Xuntanza” a la que siempre que puedo me gusta
asistir, aunque sea como mero espectador.
A pesar de que mi primera impresión al llegar al puerto de
Cabo da Cruz en este XII Encontro fue que este año parecía haber flojeado un
poco la participación, como en otras ocasiones el entorno fue inmejorable, con
gran implicación de todo el pueblo y una vez más se respiraba un sano ambiente
marinero.
En una mañana de sábado de recalmón, con mucho calor, que
dio para visitar la carpa en la que tenían su puesto numerosas asociaciones y
escuelas de carpinteros de ribera, artesanos y otros gremios relacionados con
el lado más tradicional del mar, además de los galpones donde se exponían
trabajos e impartían talleres de artistas, rederas, bolilleras, maquetistas y
demás.
También dio para echar un primer vistazo a las embarcaciones
amarradas en los muelles y pantalanes, algunas conocidas de otros años y otras no, con pabellones bretones,
vascos (quizá más que otros años), catalanes (menos que otros años), por
supuesto gallegos, portugueses, algún irlandés y croata. Amén de los pabellones
piratas (en el mejor sentido de la palabra) que suelen abundar en las jarcias
de este tipo de embarcaciones y que denotan ese lado “canalla” de los marineros
tradicionales.
Con pabellón croata, alguna de las embarcaciones que más me
llamaron la atención.
También la presencia del barco escuela vasco “Saltillo”
entre los más grandes de la flota y muchas dornas de todo tipo, bucetas,
gamelas y botes, a cada cual más bonito.
Entre los pequeños, y aunque de fibra, destacar la presencia
de un “Day boat” irlandés que días atrás ya pude ver por las Rías Altas, en el
que vinieron navegando desde Irlanda y que demuestra una vez más que quien no
navega es porque no quiere, si bien es cierto que con cierto grado de valentía.
En cualquier caso resaltar el buen ambiente marinero que
reina en este tipo de concentraciones, los olores entremezclados de brea,
madera y brisa marina, los foques, trinquetas, mayores y mesanas recogidas
sobre baupreses, botavaras o mástiles, el colorido de barcos y banderas
flameando al viento, los sonidos de gaitas y cánticos que resuenan entre el
bullicio de las tripulaciones y asistentes. Toda una fiesta del mar en la que
prima la camaradería y, como en toda fiesta que se precie, la comida y la
bebida.
Por la tarde saltó el nordeste, que fue arreciando, y tocaba
salir al mar, no sin antes echar alguna siesta.
Un espectáculo de maniobras en las que las tripulaciones
zarpaban luchando contra el viento, algunas a la vela, otras, las más, a remo,
aunque también a motor. No todas con éxito, hay que decirlo. Incluso unas
cuantas se rajaron por el aumento del viento, o de vino, y otras retornaron a
puerto en cuanto sacaron el “morro” fuera del espigón. Pero de todos modos fue
entretenido presenciar los intentos en salir de la rada del puerto y los bordos
a vela o remo de los que lo consiguieron.
Todo un placer presenciar y sentir que la navegación
tradicional, lejos de desaparecer, está en auge.
Eu tamén estiven por alí. Mágoa non coincidir e intercambiar unha aperta!
ResponderEliminarA vindeira vez chámote antes. Unha aperta.
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