Roland es un
alemán algo atípico que decidió cumplir su sueño y echarse a la mar con su
familia durante un tiempo.
Para ello buscó un barco sólido y seguro que le
permitiese llevar a cabo la aventura con cierto confort y seguridad para él y
su familia. Encontró un viejo Jongert de 17 metros y casco de acero, lo reparó,
acondicionó y fue equipando, supongo que no sin esfuerzo.
Salieron de Alemania
rumbo al Canal de la Mancha, navegaron hasta Irlanda y volvieron al SW de
Inglaterra, a Falmouth, donde pasaron el invierno.
Su plan era navegar hasta
Galicia, desde donde pretendían saltar hasta las Islas Azores y más tarde
llegar hasta el Caribe, no sé si haciendo el camino inverso del habitual.
El
caso es que en Mayo zarparon de Falmouth rumbo a Galicia y recalaron en
Espasante, en la Ría de Ortigueira.
Al parecer
el “Ariane” se encontraba fondeado en la Bahía de Espasante cuando se rompió la
cadena de su fondeo y el barco fue a encallar a las rocas, contra las que la
mar vapuleó sus 27 toneladas abriéndole una vía de agua y rompiendo sus
depósitos de gasoil. Litros de agua salada y gasoil inundaron el interior dando
al traste con toda su instalación eléctrica, echando a perder seis de sus ocho
baterías de gel, inutilizando el generador y destrozando el interior, además de
daños estructurales.
Consiguieron
reflotarlo y llevarlo hasta el cercano puerto de Cariño para hacerle una
reparación de emergencia, lo justo para poder llegar al puerto de Sada donde se
le podría hacer una reparación más a fondo.
El pasado
miércoles al mediodía un taxi me dejaba en el muelle del puerto de Cariño,
donde Roland me esperaba junto a su malogrado Ariane.
Cuando uno piensa en un
Jongert, piensa en un velero de lujo flamante y reluciente, con un armador en
esa línea, pero no fue eso lo que encontré.
El barco
daba pena verlo, estaba destrozado, se mantenía a flote gracias a una bomba de
achique de 220v conectada a tierra, pero eso sí, el armador estaba en esa
línea.
Me recibió
con una sonrisa que incluía desesperación y cansancio, con un toque de frustración
y tristeza. En fin, con cierto aire de naufrago.
Me explicó
que no funcionaba nada eléctrico, es decir, no radio, no GPS, no piloto
automático, no hélice de proa y no bomba de achique eléctrica, por lo que había
que ir achicando manualmente cada poco tiempo.
Tampoco
depósitos de gasoil. Se le metieron, amarrados en la sala de máquinas, dos
bidones de 50 litros, de forma que cuando uno se agotara habría que cambiar los
tubos de toma y retorno al otro bidón.
Lo normal es
que un barco de esas características coja unos 8 nudos a motor, pero nada de
eso, contra la mar y el viento apenas daba 3 nudos, aunque más tarde sin la mar
de proa y ayudados por la mayor alcanzó los 5, incluso 6 nudos.
El interior
apestaba a gasoil y se encontraba como si hubieran tirado una granada dentro y
hubieran cerrado la puerta. Lo cierto es que el exterior tampoco estaba mucho
mejor. Aunque en las fotos no parezca tanto.
Mientras
Roland me contaba esto y visto lo visto volví la cabeza en busca del taxista,
pero este ya había desaparecido. No quedaba otra, malo sería, así que pa lante.
Largamos
amarras y dejamos el puerto de Cariño rumbo al cercano y siempre espectacular
Cabo Ortegal.
Me preguntó
si eso era muy importante… No, pero tal
y como estaba el barco, éramos la viva
estampa del narcotraficante y teníamos todas las papeletas para que nos parase
la patrullera de la benemérita y si acaso también la de aduanas. Entonces me
dijo que sólo había unos kilitos de “fariña e herbas”(traducción libre del
autor)… je, humor alemán…
Doblamos
Cabo Ortegal, pasando pegados a los Agullóns, e izamos la mayor.
El génova no
se podía desplegar pues el enrollador era eléctrico, la mesana tampoco, por no
sé qué, y la trinqueta sólo entraba a partir de un ángulo de cuarenta grados,
además la escora podía aumentar la entrada de agua.
En esas
condiciones fuimos navegando, pasando bajo los acantilados de la Capelada,
Punta Candelaria, Punta Frouxeira, Cabos Prior y Prioriño para adentrarnos en
la Ría de Sada.
Mientras yo
iba al timón él izaba la vela, comprobaba el nivel del agua, achicaba con la
bomba manual y de vez en cuando comprobaba el nivel del gasoil metiendo un palo
de madera en el bidón, para lo cual abríamos el suelo del puente, bajo el que
se encontraba la sala de máquinas. Todo muy rupestre.
Al doblar
Cabo Prior cambiamos los tubos del gasoil al otro bidón y tranquilamente
llegamos a Sada a las 22:30 h, afortunadamente aquí en esta época del año a esas
horas aún hay luz de día, pues evidentemente tampoco funcionaban las luces de
navegación.
Con el barco ya fuera del agua, habrá que hacerle
un peritaje y empezar las reparaciones, que no serán pocas y supongo que irá
para largo, lo mismo que los sueños de su armador… Una lástima por él, su
familia y el Ariane, pues a pesar de todo es un barco precioso.
Armer Roland und Ariane . Les deseo una feliz recuperación.
ResponderEliminarDanke für Ihre Hilfe Eddy
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