Apenas nos damos cuenta, o sí, de lo cambiante que es el cielo a lo largo de una travesía, incluso en un mismo día. La luz cambia, el sol y la luna mudan de color y posición mientras las nubes juegan con las tres, la luz, la luna y el sol, pero también con su forma y movimiento.
Ayer pudimos comprobarlo, navegando desde Sada ( La Coruña ) hasta Combarro, a casi 120 millas hacia el sur, al fondo de la Ría de Pontevedra, junto con mi primo Carlos.
Salimos por la tarde con un cielo en el que se alternaban luminosos claros con nubes amenazadoras de lluvia, dando como resultado una luz mágica y cambiante.
Antes de entrar por el canal de Sisargas el panorama era otro, encapotado en gris triste sobre una mar y un viento ya crecidos, el cielo se abrió como una grieta volcánica sobre el horizonte.
En medio del canal, la Sisarga Grande eclipsó el horizonte y al salir por el otro lado de la isla la luz había ya cambiado de forma, color e intensidad.
Un sol que enrojecia al hundirse en el mar hasta que se despidió con los brazos abiertos, languideciendo en un efecto que no sé como hubiera interpretado Jiménez del Oso.
La poca luz (22:30 h) y el movimiento de las olas me dificultaron fotografiar en condiciones. En cualquier caso, evidentemente, las sensaciones no tienen nada que ver con presenciarlo in situ.
Hay muchos cielos quizá más espectaculares, pero este te hacía mirar y era bonito.
Llegó la noche, pero continuó el espectáculo en cuanto la luna llena logró hacerse un hueco entre las nubes rápidas, con las que peleaba para poder asomarse.
Los juegos de luz cambiaron con el amanecer, era ahora el sol el que pugnaba por hacerse ver y aunque a ratos no lo conseguía, lograba pronunciarse con sus rayos señalando algunos o algún punto en concreto. En este caso la Sirena petrificada de la Isla de Sálvora.
Pero en cuanto lograba hacerse hueco, se estaba muy agustito… hasta que un chubasco nos aguaba la fiesta.
Viento en popa pasamos entre los faros de Camouco y Picamillo (algo que no suelo hacer) irguiéndose en el mar como diciendo: entre nosotros no debes pasar…mientras rayos selectivos de sol iluminaban las aldeas en tierra.
Y nos fuimos adentrando en la Ría de Pontevedra hasta bordear la Isla de Tambo, a cuyo sotavento borneaba un bien plantado y elegante ketche inglés, para dirigirnos al Puerto deportivo de Combarro donde amarramos ya con todo arranchado para salir pitando a pillar el bus, antes que la lluvia lo hiciese con nosotros de nuevo.
Qué bonitas fotos!
ResponderEliminarQué escenas casi continuas se producen navegando!
Esta semana he estado navegando por Menorca y también me he puesto ciego de fotos. Haré pronto una entrada
Un abrazo, con envidia, pero esta semana un poco menos
Gracias JJ.
ResponderEliminarEs cierto, el escenario siempre es grandioso.
Has matado un poco el gusanillo, eh? :-) Espero esa entrada.
Un abrazo.
fotazas!! que pasada y que recuerdos!
ResponderEliminarbesitos
:-) Gracias, Aniña.
EliminarBicos