lunes, 7 de diciembre de 2015

TRAVESÍA A LISBOA

Finalmente el parte meteorológico para el miércoles, jueves y viernes se cumplió al dedillo, esta vez sí.
Lo malo es que entonces no encontré tripulación que me pudiese acompañar, con lo que, aun con cierta pereza, zarpé solo.
 Debe ser que me voy haciendo mayor, pero cada vez me cuesta más salir en solitario para hacer travesía, sobre todo en invierno, cuando las horas de oscuridad superan a las de luz, hace fresco, viento y mar.
No obstante las oportunidades que nos da la meteo hay que aprovecharlas, pues no se sabe cuándo volverán a ser favorables.
Lo bueno es que al final los dos armadores del Arpón podían incorporarse a la travesía en Oporto, con lo que sólo tendría que navegar en solitario hasta allí, unas 175 millas y 28 horas de navegación, siendo tres para el resto de travesía hasta Lisboa.

Así que como no dependía de nadie, el miércoles por la mañana zarpé del Puerto de Ares, con cielo gris y lloviznas ocasionales que pronto cesarían.

La previsión era que encontraría olas de 3-4 metros del NW y viento también del NW, en principio de entre 15 a 20 nudos, que iría rolando al norte más adelante.

Salí de la ría con todo el génova y la mayor navegando a un descuartelar y aunque había mar, no tanto como la que encontramos en el intento fallido de cuatro días atrás.

Como he comentado en otras ocasiones, al salir a la mar en solitario siempre siento cierto desasosiego, pero una vez metido en faena va desapareciendo.

 Además desde La Coruña salió otro velero que navegaba haciendo la misma derrota, y quieras o no, de alguna manera hace compañía, lo malo es que iba más despacio y poco a poco lo fui dejando atrás.

 En cualquier caso fui constantemente con chaleco y arnés amarrado, aún estando en la bañera, pues la escora y los bandazos eran constantes y pronunciados.
Alcancé las Islas Sisargas a primera hora de la tarde y, aunque caí unos grados hacia el sur, el viento también roló un poco hacia el oeste, con lo que ahora navegaba de través, atravesado a la mar de fondo.

El barco, ligero, apenas llegaba a los diez metros de eslora y se movía bastante, por lo que no era posible cocinar a bordo con esas condiciones y comí algo que llevaba preparado en cuanto pasé las islas.
El atardecer y puesta de sol se echaron encima rápidamente. No siendo en verano, para mí esa es la peor hora, a pesar de la belleza del crepúsculo.

 Sin embargo, afortunadamente gocé de una espléndida luna llena que iluminó la noche casi como si fuese de día.

El viento se suavizó, con subidas y bajadas, y aunque la mar aún estuvo encontrada hasta más al sur de Fisterra, disfruté de una noche bastante tranquila. El paso por Cabo Vilán fue mágico, bajo el influjo de la luna.
 
Navegando ya con viento de popa alcancé Cabo Fisterra, coincidiendo con un repunte del viento que me ocasionó una trasluchada involuntaria, pero sin consecuencias. A partir de ahí pude poner ya rumbo hacia Oporto y fui viendo en la distancia, por babor, las luces de los faros de Corrubedo, Sálvora, Ons, Cíes Norte, Cíes Sur y Silleiro.
Al través de Corrubedo el viento se “desinfló” por un rato y aproveché para encender el motor, durante hora y media, pues ya venía bien una recarga para las baterías.
Más al sur, al encontrarme al través de la Ría de Vigo, la brisa fue suave y constante y la mar se calmó bastante, y dado que estaba tranquilo también en cuanto a tráfico, aproveché para dormir un poco durante dos períodos de 30 minutos a eso de las 05:00 h.
Amaneció al entrar en aguas portuguesas, con cielo despejado, salvo por alguna que otra nube alta. Sin embargo pude apreciar una banda de niebla en la costa que salía por la desembocadura del Miño como de una manga pastelera.
Mañana también bastante mágica, navegando en popa con unos 15 nudos de viento y mar tranquila, mientras escuchaba música ¡Qué bien le queda Boccherini al amanecer!

El parte anunciaba vientos fuertes para el norte de Portugal, con el correspondiente aumento de la mar y me preocupaba elegir el momento adecuado para rizar la vela mayor. El barco patinaba bien y no quería dejarlo corto de trapo antes de tiempo. No obstante si esperaba a que soplase demasiado me costaría mucho arriar la mayor para meter el rizo, pues la vela haría quizá demasiada fuerza contra la jarcia.
A eso de las once noté cierto aumento en la intensidad del viento y me decidí a hacer la maniobra. Fue el momento justo, pues enseguida alcanzó los 20 nudos y siguió arreciando hasta por lo menos los 25 nudos.

 En la predicción meteorológica había visto que cuanto más hacia tierra el viento y la mar tardarían más en arreciar y lo harían en menor medida, así que apuré el bordo hasta acercarme mucho a tierra entre Viana do Castelo y Esposende, donde ya no tuve más remedio que trasluchar.
Amurado por la otra banda me fui alejando de la costa pero pronto se notaba que el viento soplaba más fuerte y las olas crecían, entonces volví a trasluchar, dirigiéndome hacia Póvoa de Varzim, frente al cual se encuentra una plataforma con un gran aerogenerador.

Como el viento era NNE y mi rumbo directo debía ser SSW me obligó a hacer varias trasluchadas. Además la visibilidad no era del todo buena, con algo de bruma sobre tierra, y no quería separarme demasiado pues debe hacer unos quince años que no entraba en Oporto, más concretamente en Matosinhos, y no tenía muy claro qué era lo que tenía que ver. Si me pasaba de largo me iba a resultar muy difícil remontar.
Ahí el viento creo que superaba los 25 nudos que, junto a la fuerte marejada, me obligó a gobernar a la mano e hizo que alcanzase alguna punta de 14 nudos en los planeos. Bastante emocionante.
El cañín en una mano, mi GPS portátil (que no plotter) en la otra y la carta náutica a mis pies, con el barco desbocado por momentos, hizo que la aproximación a Matosinhos fuese lo más complicado de esta primera parte de la travesía, pero alcancé la entrada del puerto sin más problema y en cuanto doblé la punta del espigón me dispuse a arriar velas.
Primero encendí el motor e intenté enrollar el génova, pero el enrollador se resistía. Aflojé un poco la driza y me fui a la proa para ayudar al enrollador hasta que finalmente pude recoger todo el génova. Vuelta a la bañera para corregir el piloto, pues me iba hacia el contradique, y arriar la mayor.

En unos minutos entraba ya en el puerto deportivo de Matosinhos (o Leixoes), donde ya me esperaban los dos armadores del Arpón, Ricardo y Pedro.
Ni puse un pie en tierra, permanecimos amarrados sólo el tiempo para que subieran a bordo, se preparasen y yo me comiera un bocadillo antes de volver a zarpar.
Sobre tierra nubes lenticulares, sobre el mar viento, así que, en previsión de lo que encontraríamos durante la noche, desplegamos sólo el génova y pusimos rumbo hacia Cabo Carvoeiro, para pasar por dentro las Islas Berlengas que se encontraban a 111 millas y que alcanzaríamos a la mañana siguiente.
Afuera soplaba y la mar estaba bien formada, pero con la vela de proa navegábamos rápido y tranquilos. No tardó mucho en ponerse el sol tras las olas y ser sustituido por la gran luna.
Aprovechando la incorporación de los nuevos tripulantes pude descansar un poco en el interior, encajado entre colchonetas en la litera, pues los bandazos eran constantes. 
Hicimos bien en poner sólo la génova, pues esta tiraba bien del barco y navegábamos despreocupados a pesar del viento y las olas, cuyas rompientes se escuchaban a nuestra espalda. 
Esta segunda noche también brilló la luna en todo su esplendor, sin embargo amaneció cubierto de nubes oscuras con grietas de claridad, entre alguna de las cuales pudimos ver la luz roja del sol al salir, una pincelada de color en un paisaje gris azulado.

No tardamos en ver por la proa las Islas Berlengas y Faralhoes , en un momento en que algunas olas se apreciaban más prominentes, incluso nos caímos de una en la que el barco se atravesó, hundiendo la banda de babor en el agua hasta entrar en la bañera. Un buen baldeo al empezar la mañana, además de algún salpicón que nos llegó desde popa. Pero es sabido que las olas siempre se vuelven tímidas al ver el objetivo de una cámara de fotos…
   
Pasamos bien cerca de la Berlenga grande, por el interior, siendo la mar y el viento más moderados según las fuimos dejando atrás. 

Esa mañana, en vista de la mejoría, izamos toda la vela mayor y aprovechamos la relativa estabilidad del barco para estrenar la cocina y hacer café. Al medio día incluso nos atrevimos con unos espagueti que nos supieron a gloria. 

Al pasar bajo Cabo da Roca el viento volvió a arreciar y cogiendo el timón a la mano disfrutamos un poco, batiendo el record del Arpón con alguna punta de velocidad de 15 nudos en los planeos.
Estaba realmente divertido, pero el viento nos metía hacia la bahía de la Playa de Guincho, donde el viento sopla fuerte casi siempre, y teníamos que trasluchar para librar Cabo Raso. 
El primer intento de trasluchada no salió bien, optando por virar por avante. Un poco después, al estar ya frente a Cabo Raso, volvimos a trasluchar (esta vez sí salió bien) para adentrarnos en la Bahía de Lisboa.
 Lógicamente, Ricardo primero y Pedro después, quisieron sentir la velocidad del Arpón llevando el timón a mano, alcanzando puntas de 14 nudos. 
A partir de ahí, protegidos por la costa a barlovento, desaparecieron las olas aunque el viento seguía soplando con intensidad. 
Frente a Cascáis nos cruzamos con el siempre imponente Clase J “Endeabour”, que tiene su base en Cascáis y que salía a navegar con una trinqueta y todos los rizos de la mayor metidos, aún así lucía elegante y bonito. 

Seguimos navegando a un descuartelar hacia la punta de Oeiras, donde metimos un rizo a la mayor y nos pusimos a ceñir para remontar el Río Tajo hacia el puente 25 de Abril, antes del cual se encuentra la Doca del Bom Sucesso, nuestro de destino.
 Anocheció antes de alcanzarla, avanzando lentamente contra una fuerte corriente, ya con todo el velamen recogido, hasta que por fin llegamos a la Doca en la que el Arpón quedaría amarrado, la que a partir de ahora será su nueva casa. 
Suerte a los nuevos “Arponeros”, sin duda el Arpón les dará muchas satisfacciones.

6 comentarios:

  1. Qué decir!!
    Por aquí en plenas calmas
    Un abrazo

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    1. Ya vi, con el anticiclón encima se os queda un paisaje de lo más zen :-)
      Un abrazo

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  2. Me dan ganas de dejar de leerte, corro riesgo de morir de envidia. Puedes prodigarte cuando quieras.
    José A. Mera.

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    1. Sabes que no siempre es tan agradable hacerlo como leerlo. Un abrazo, farero!

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  3. Jorge aunque tarde leí ahora tu relato. Por lo visto escribes tan bien como navegas. Un placer leerte.
    Muchas gracias por traernos el Arpón hasta Lisboa. Te garantizo que lo estamos disfrutando como se merece.
    Un abrazo!

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    1. Muchas gracias!
      Me alegra tener noticias vuestras y saber que el Arpón también disfruta con vosotros (me lo dijo el otro día :-)) Un abrazo!

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