domingo, 22 de noviembre de 2015

CUANDO LA MAR DICE NO

Llevaba  unas semanas esperando una ventana meteorológica que nos permitiera acompañar al Arpón hasta su nuevo hogar en Lisboa, pero el viento del sur estuvo persistente durante todo este tiempo, sólo alternado con unos pocos días de calma y un solo día de norte que no resultaba suficiente.

Esta semana pasada se empezó a ver un cambio de viento a norte para el sábado y que duraría unos cuantos días. ¡Por fin parecía que podríamos zarpar!

Se terminaron los trabajos que se le hicieron al Arpón, mientras uno de los nuevos armadores estuvo a bordo, pero el tiempo se le acababa justo cuando  Murphy decidió que entraría el norte, así que para la travesía vino el otro armador y también un  habitual compañero de travesías,  y sin embargo amigo mío.

Durante los últimos días revisé cuidadosamente las predicciones  meteorológicas y, aunque en lo esencial permanecieron inalteradas, fueron cambiando algunas condiciones, como la bajada repentina de temperaturas, el aumento de las lluvias y la altura de las olas. El viento sería fuerte, pero no en exceso, la lluvia sería en forma de chubascos ocasionales para el sábado, más persistentes el domingo y desaparecerían para el lunes, fecha en la que esperábamos llegar a Lisboa. Uno o dos días antes se activó alerta amarilla (la mínima) por altura de las olas, que sin embargo para nuestra derrota no debía superar los tres metros, asumible, pues aunque nos resultase algo incómoda durante las primeras horas, nos vendría por la popa en cuanto doblásemos las Islas Sisargas.
Así las cosas, el viernes dejamos el barco listo para zarpar y ya con cierta impaciencia por hacerlo, decidimos salir el sábado por la mañana. Esperábamos una travesía rápida e intensa.

Nos vestimos de “mariachis” y antes de las 11:30h dejábamos el puerto de Ares. 
Izamos la mayor con sus dos rizos metidos, desplegamos medio génova y pusimos rumbo hacia la salida de la Ría navegando de través. Todo muy bien mientras permanecimos protegidos por la costa de barlovento, pero según íbamos saliendo de la ría la mar de fondo se empezaba a hacer notar y las rachas aumentaban en  frecuencia e intensidad.
El sol brillaba entre grandes claros, lo que destacaba la llegada por barlovento de chubascos, delatados además por intensos arcoíris.
Un dicho local anuncia: “El que pasa La Marola, pasa la mar toda”, y efectivamente, en cuanto dejamos atrás el islote que marca la salida de la ría por su lado sur,  la cosa se fue animando.
Muy rápidamente las olas se hicieron grandes (4-5m, bastante más de lo anunciado) y la mar desordenada. Nos entraba del través y algunas rompían en la banda. El viento siguió arreciando, con rachas que calculo de hasta 30 nudos (también bastante más de los 18-20 nudos anunciados). En ocasiones las predicciones meteorológicas no atinan en exceso.

En ese momento salía de la Ría de La Coruña un petrolero que en un principio parecía que cruzaría nuestra derrota por la proa sin problema, pero iba más lento de lo normal (acompañado del barco del práctico) y tuvimos que arribar para pasar por su popa. 
Cuando estábamos a unos 300 metros vimos llegar por barlovento un intensísimo chubasco. Una mar blanca de la que ascendía una cortina opaca se acercaba muy rápidamente y en unos segundos nos envolvió. La mar a nuestro alrededor se aplanó y se tornó blanca al tiempo que un fuerte golpe de viento nos mantuvo escorados aún con las velas largadas. Durante unos segundos la tromba de agua y granizo nos llegó a ocultar al petrolero que teníamos justo en la proa.
En cuanto pasó lo fuerte del chubasco volvimos a cazar escotas y continuamos navegando de través, pero la mar seguía creciendo y el viento soplaba intenso y frío.
Al cabo de un rato empecé a pensar en lo que supondría navegar en esas condiciones durante todo el día y más aún durante la noche, cuando para la “Costa da Morte” se esperaban peores condiciones, habida cuenta que teníamos dos días y medio por delante. Así que al primer comentario al respecto por parte de la tripulación, y por consenso, decidimos dar media vuelta y abortar la travesía hasta que mejorasen las condiciones.
No sin cierta dificultad viramos por avante y pusimos proa hacia la ría, cuando nos encontrábamos al través de la Torre de Hércules.
Lástima que no estuviese para sacar la cámara mientras estuvimos fuera de la ría, porque estaba bastante espectacular. Sin embargo, en cuanto volvimos a estar al abrigo de la costa pudimos hacernos alguna foto como recuerdo de este intento fallido de travesía.

Lo siento por Pedro y Jose Manuel, pero sé que fueron conscientes de la situación.
Hay que ser humilde cuando la mar dice NO.

Ahora a esperar otra ventana de al menos tres días con mejores condiciones, pero creo que no habrá que esperar mucho, pues el próximo miércoles apunta maneras…

4 comentarios:

  1. Acertada decisión Jorge ! . Hay que saber cuando decir NO , es la opción acertada.
    Un abrazo

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  2. Mañana miércoles lo intento de nuevo, pero esta vez solo, al menos hasta Oporto. Allí embarcará uno de los armadores y seguiremos hasta Lisboa. Buff! qué pereza me da salir mañana solo, pero...

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  3. !! Que tengas una buena singladura...... Mucho cuidado... !!! La verdad es que SOLO .... con lo cortos que son los dias.... va a ser un esfuerzo duro. Quedo pendiente de noticias .

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  4. Es cierto, en estas fechas, a parte del fresquito, son muchas horas de oscuridad pero ya estoy en casa, sano y salvo :-)

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