viernes, 29 de agosto de 2014

LA HÉLICE DE PROA


Cada vez más extendido su uso puede llegar a crear dependencia, lo mismo que otros inventos que ayudan, y mucho, a la navegación, como el GPS-Plotter o los simples enrolladores de velas.
Se puede llegar al caso de suponernos un problema cuando algo va mal en su funcionamiento y la “atrofia” que produce su utilización hace que hayamos olvidado su alternativa tradicional.
He visto casos en los que al estropearse un enrollador de mayor o génova no se les ocurre arriar la vela. Más grave es cuando falla el GPS-Plotter, porque en muchos casos se ha olvidado posicionarse y trazar una derrota utilizando un compás de marcaciones, una carta y un transportador por el tradicional método de la observación y la estima.

Lo mismo ocurre con las hélices de maniobra, al perder la práctica de gobernar el barco en maniobras de puerto. Si bien es cierto que algunos barcos, sobre todo los de quilla corrida, son prácticamente ingobernables marcha atrás sin la ayuda de esta hélice, y no digamos con viento lateral.
Dónde ha quedado la clásica ciaboga o la práctica en el control del barco sobre todo en maniobras marcha atrás.
La hélice de proa suele empezar a recomendarse alrededor de los 40 pies de eslora. Las más frecuentes son eléctricas y pueden estar conectadas a las baterías de servicio o bien tener una batería independiente exclusivamente para su uso. En cualquier caso, aparte de utilizarlas siempre con el motor principal encendido, su consumo de energía es enorme y su calentamiento es grande.
Es muy habitual ver una “adicción” tal que se hace girar la embarcación casi 360 grados exclusivamente con el uso continuado de la hélice de proa. No hay que olvidar que esta debe ser sólo un apoyo a la maniobra, recomendándose un uso máximo de 3 minutos continuados por cada 10 minutos (en el caso de las más potentes), siendo más efectiva activándola en pequeños impulsos de 5 segundos como máximo. Así aumentaremos su eficacia y no dejaremos temblando a las baterías, además de hacer sufrir menos a los pequeños motores eléctricos.

Así que es bueno que si las condiciones lo permiten prescindamos lo más posible de su ayuda y no perdamos la pericia de gobernar la embarcación tradicionalmente, porque no sabemos cuándo nos puede dejar tirados, que por la Ley de Murphy será cuando más la necesitemos.

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