En una temporada atípica en cuanto a navegación, habiendo
recorrido muchas menos millas que otros años, rematamos (al menos
aparentemente) con una pequeña, pero agradable, travesía de un par de días.
La intención era haber hecho una salida de una semana, pero
la predicción meteorológica sólo nos daba dos, que empleamos en navegar hasta
la Ría de Cedeira y volver.
Zarpamos la mañana del domingo del Puerto de Sada para tirar
hacia el norte. La predicción era buena, con viento del Oeste-Suroeste y, en
principio, día soleado. Aunque los vientos de componente oeste no tardaron en
traernos un espeso banco de niebla que nos alcanzó a la altura de Cabo Prior y
que no dejamos hasta pasado el espigón del Puerto de Cedeira.
En cuanto estuvimos fuera de la Ría de Ares un buen viento
de la aleta nos empujó, permitiéndonos navegar por encima de los ocho nudos de
velocidad. Ese mismo viento nos trajo la niebla al cabo de una hora. Niebla
cerrada que a duras penas nos permitió ver el cruce con un catamarán y un par
de barcos más que sólo vimos en la pantalla del radar.
A primera hora de la tarde embocamos la estrecha entrada de
la Ría de Cedeira, dejando por estribor los bajos que la franquean por el sur,
totalmente a ciegas, guiados por el plotter y el radar, justo hasta doblar la
punta del espigón, donde la niebla abrió, permitiéndonos dirigirnos al
fondeadero donde sólo había un velero francés y otro sueco fondeados, en un
tranquilo y soleado microclima, pues la niebla quedó atascada en la boca de la
Ría.
Muy agradablemente fondeados comimos a bordo y, tras la
siesta, botamos el auxiliar para dirigirnos a la cercana y espectacular playa
de Vilarrube, donde desembarcamos, no sin algún apurillo con las rompientes,
para dar un prolongado paseo por su extenso arenal.
De vuelta al barco con la caída del sol, una ducha, cena a
bordo y sesión “cine”. El fondeadero en la bahía de Cedeira, además de bonito,
es de los mejores para dormir tranquilos.
Amaneció una mañana tranquila y soleada aunque con algunas
nubes altas. Después de desayunar y subir el dingui a bordo dejamos el
fondeadero, dirigiéndonos a la boca de la Ría.
Una vez fuera el viento se
entabló del sur, justo de la proa, por lo que la travesía de vuelta a la Ría de
Ares lo realizamos todo a motor. El parte meteorológico anunciaba para el día
siguiente la entrada de un frente con fuertes precipitaciones y notable caída de
temperatura.
Una vez que alcanzamos nuestra Ría nos dirigimos a un
recogido fondeadero donde comimos, nos bañamos y pasamos el resto de la tarde
hasta que a última hora volvimos al puerto, rematando así una corta pero
tranquila y agradable travesía de un par de días.
Al día siguiente se acabó el
verano.
Qué envidia me das!!!!
ResponderEliminarTu también lo hiciste este verano, y más... Volveremos remando el año que viene. Je,je
Eliminarse te echa de menos.... nos haces llegar el mar....
ResponderEliminarGracias por el comentario. Es un parón biológico o descanso bloggero, pero espero volver pronto con fuerzas renovadas y nuevos horizontes marítimos :-)
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