miércoles, 25 de febrero de 2015

TRAVESÍA DE CARTAGENA A LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

Mi relación con el “Eva II” es, digamos que peculiar y ya viene de largo, así que nos conocemos bien, si es que se puede llegar a decir eso de una “chica”. Alguna vez me he sentido como el “celestino” acompañante de este ketch de once metros con el que he compartido ya unas cuantas millas.

A principio de febrero surgió la oportunidad de volverla a hacer millas con ella, concretamente 965 millas, entre Cartagena y Las Palmas de Gran Canaria. Sólo con tres o cuatro días para preparar todo y estudiar bien la previsión meteorológica, en unos días en que una ola de frío, nieve y viento barría la Península, lo que no invitaba mucho a salir de casa. Pero hubo suerte y encontré una ventana meteorológica que nos permitiría llegar con buenas condiciones hasta Canarias.
Navegando sobre las nubes llegué a Madrid, donde me reuní con mi tripulante y desde allí un camino de hierro nos llevó hasta Cartagena, puerto en el que nos esperaba “Eva II”.
Con Jose Manuel también he compartido unas cuantas millas, buena persona, excelente cocinero y amante del mar. Navegaríamos los dos hasta el Estrecho y allí se incorporaría un tercer tripulante, Jesús, con el que igualmente he compartido millas y aventuras. Viejo amigo con el que me apuntaría a un bombardeo. La cosa pues quedaba entre amigos y así da gusto. No a muchos puedes meter en un embolado como este avisándolos con tres o cuatro días de antelación, pero el hambre de millas era mucha.

Antes de continuar quisiera pedir disculpas a JJ, pues tenía intención de darle un toque ya que estaría por su tierra, pero la premura y precipitación de los preparativos hicieron que se me pasase. En fin, en otra ocasión será. Lo mismo digo para el Capitán Prat, incluso para Eddy al que no pudimos visitar en su isla.

Llegamos al Real Club de Regatas Marina de Cartagena el viernes por la tarde, echamos un vistazo a bordo y nos fuimos a la ciudad para hacer una compra de vituallas y cenar. Para el día siguiente, según el parte, cambiaría el viento del SW al NE que, suavemente al principio, iría arreciando ligeramente a media mañana.
 Zarpamos de Cartagena el sábado a última hora de la mañana con mar rizada y suave brisa de 10 – 12 nudos del NE. Pronto nos pusimos a “orejas de burro”, en un principio con el génova sin atangonar y 1.200 vueltas de motor, pues “Eva II” no es precisamente un IMOCA, dejando Cabo Tiñoso por estribor con rumbo hacia Cabo de Gata.

La jornada transcurrió tranquila, haciendo una media de velocidad de poco más de 5 nudos. Con la noche fue arreciando el viento, como estaba previsto, apagamos el motor y recogimos la vela mayor, pues el “Eva II” es un barco ardiente.

 Nos organizamos en cuatro guardias de dos horas cada uno, desde las 23:00h hasta las 07:00h.
Después de un par de trasluchadas pasamos Cabo de Gata, a eso de las dos de la madrugada, con 25 nudos de viento de Levante, entre tormentas de rayos, truenos y lluvia, con frío intenso. No obstante, entre chubasco y chubasco, la luna casi llena se dejaba entrever por algún agujero de nube.
 Desoyendo la tentadora invitación de mi hermano para que recalásemos en San José a tomar una cena caliente, seguimos rumbo al Estrecho, ya que quería aprovechar ese buen viento, amén de que pretendía llegar al Estrecho sin demora, pues estaba anunciado temporal allí en las próximas 24 horas.
Sólo empujados o, mejor dicho, remolcados por el génova, navegamos con viento fuerte durante todo el domingo. Desde Gata la mar fue creciendo y cerramos un poco el rumbo para acercarnos más a la costa y evitar las olas más grandes.
 El amanecer fue espectacular, un casi invisible sol naciente que al principio sólo se mostró por el horizonte como un resplandor rojo intenso, entre la negrura del mar y las nubes, pero en el transcurso del día el cielo se abrió en azul intenso y sol brillante, aunque con viento frío. La mar pasó del azul oscuro casi negro al gris, combinando después el azul intenso con el plateado brillante, según hacia donde se mirase. Me sentí afortunado de estar allí.
 

A lo largo de la costa de Almería y Granada apreciamos en la lejanía las cordilleras nevadas desde una cota no muy elevada. El frío estuvo presente, prácticamente en toda la travesía.
Durante la jornada Jose y yo alternamos los momentos de charla con la lectura, alguna siestecilla y pequeños trabajos a bordo, como aclarar y simplificar el trincado de los elementos de seguridad de a bordo, que no estaban como para una emergencia.
Por la tarde el chef Jose se curró un arroz meloso al limón con frutos del mar que estaba de rechupete y calentito.

Siempre que se pueda, una comida caliente al día es importante para mantener el tono, luego por la noche, algo ligero ayuda a mantener el tipo en las guardias, y no me refiero a los michelines.

 Cuando nos encontrábamos a la altura de la costa de Málaga trasluchamos para arrumbar hacia Punta Europa. El rumbo era directo, pero esa derrota hizo que nos chupásemos una considerablemente fuerte corriente de proa, durante esa noche, causa de que los estruendosos planeos en las olas crecientes se plasmasen en poco más de 4 ó 5 nudos de velocidad sobre el fondo, cuando unas horas antes alcanzábamos puntas de 9 nudos. Pero el viento y la mar mandan.

Según avanzábamos hacia el Estrecho las olas iban creciendo, al igual que el viento y, durante la noche, el tráfico de mercantes.

A pesar de haber navegado a vela durante las últimas 24h, la carga de las baterías de 12 v había bajado muy poco, de las de 24 v se encargaban los paneles fotovoltaicos. Aún así al anochecer del domingo encendimos una hora el motor para cargarlas, hasta que un fuerte olor a goma quemada nos alarmó un poco y lo apagamos. Todo apuntaba a las correas del motor, pero no, resultó ser un manguito que se apoyaba en el bloque del motor y que empezaba a quemarse. Lo aislamos bien, repusimos un poco de líquido refrigerante y todo bien, pero dado que el viento arreciaba continuamos a vela el resto de la noche.

Cuando ya distinguíamos en la oscuridad el Peñón de Gibraltar, el número de luces de barcos de todo tipo aumentaba, buques sin gobierno, con maniobra restringida, de operaciones submarinas, todo un glosario digno de un catálogo del RIPA. En ese sentido el AIS, sistema con el que el “Eva II” va equipado, ayudó mucho. Recomendable en los barcos deportivos que naveguen largo y tendido. 

Con la corriente contraria a la dirección del viento la mar alcanzó una altura considerable y dado que el piloto automático, en esas condiciones, podía tener oscilaciones de 30 ó 40 grados a cada banda y con el número de barcos tanto en navegación como fondeados en la zona, hubo que coger el timón a la mano hasta que doblamos Punta Europa, momento en que empezó a clarear el día.

Al resguardo del Peñón fuimos esquivando petroleros hasta llegar a la dársena de Marina Alcaidesa en La Línea de la Concepción, en la que amarramos.

Había aviso de temporal en el Estrecho para ese día y el siguiente, además teníamos que esperar al tercer tripulante, Jesús, que llegaría a última hora del día siguiente, con lo que todo cuadró bien para permanecer allí dos días, con la idea de zarpar el miércoles por la mañana. 
En esta época del año, la mayoría de los barcos en Marina Alcaidesa son extranjeros, curiosamente muchos de ellos de pabellón británico, pese a estar lindantes con Gibraltar, debido sin duda a los buenos precios de esa marina. 
Después de desayunar y darnos una reconfortante ducha, con el barco escorado en su plaza de amarre debido al intenso viento, Jose se echó un merecido sueño, pero yo me desvelé y me dediqué a limpiar, ordenar y estibar todo tipo de pertrechos que había desperdigados por los tambuchos. Uno que tiene sus manías. 
Ya por la tarde salimos a dar una vuelta por La Línea, tomarnos una cerveza y picar algo. Vigilando la situación meteorológica, que parecía indicar que tras el par de días de temporal amainaría lo suficiente para el miércoles, pero al salir de la zona de influencia del Estrecho la mar y el viento se vendrían abajo, rolando a componente sur, al menos por un par de días. Aunque más abajo iría arreciando el Alisio del NE. 
Por si las moscas, decidimos comprar un par de bidones de 20 litros más para gasoil. Además, en Gibraltar, Cepsa tenía en ese momento el gasoil a 0,505 €/L. y merece la pena repostar allí, manque me pese y aunque la comisión del banco por convertir libras en euros sea de 5 €. Lo que me hace pensar en lo que nos chulean en la madre patria. Aproximadamente otro 50% en el tabaco… poco más caro que en las privilegiadas Canarias. 
Por la noche el viento frío quizá azotaba un poco más fuerte. Me agrada la sensación de oír silbar el viento en los obenques cuando estás refugiado en puerto, más aún si, como en este caso, el barco tiene calefacción. 
El martes por la mañana salimos por La Línea a buscar un sitio donde comprar los bidones, también algo de pan macho, que dura más. Incluso nos vendieron un pan sin terminar de cocer que metido media horita en el horno de a bordo es como si tuviéramos pan recién hecho. 
Comimos algo y por la tarde nos fuimos andando a "Gran Bretaña"… Es una sensación extraña, como entrar en una mezcla de parque temático y colmado de todo a cien al que se accede cruzando una pista de aeropuerto y en el que la gente habla inglés con acento andaluz. Una vuelta, una pinta y de regreso completamos la compra de víveres y tabaco.

Ya a bordo, con la previsión meteorológica bien aprendida, estimamos que el salto a Las Canarias nos llevaría 5 ó 6 días y gestionamos los billetes de vuelta de Las Palmas. Por la noche llegó Jesús y fuimos a cenar algo en un chiringuito de la Marina. 
El miércoles por la mañana preparamos todo, rellenamos los depósitos de agua, liquidé con la Marina y zarpamos hacia la vecina Gibraltar para repostar gasoil, rellenando el depósito y completando con siete bidones suplementarios. En total unos 400 litros, de los que calculo que finalmente no llegamos a consumir ni 150. 
A las once apuntábamos hacia el centro de la Bahía de Algeciras esquivando petroleros acoderados a buques nodriza, ese negocio tan lucrativo. Desplegamos el génova pero mantuvimos el motor encendido por si en un momento dado había que quitarse de en medio.

Al estar en la oposición entre Punta Europa y Punta Carnero (parece el enunciado de un problema de navegación) llamé por VHF a Tarifa Tráfico para identificarnos y decirles que cruzaríamos el dispositivo de separación de tráfico lo más perpendicularmente posible hacia la costa marroquí. La pantalla del AIS parecía un atasco de la M30 en hora punta.

 Con corriente en contra fuimos cruzando entre los barcos que navegaban por el dispositivo, los que seguían la ruta entre Algeciras y Tánger y los que entraban o salían del puerto de mercancías Tánger Med. Es como cruzar una autopista sin semáforo, por lo que es recomendable hacerlo con luz de día.

Una vez pasado el dispositivo navegamos paralelos a la costa norte marroquí con rumbo hacia Cabo Espartel, con viento de popa de unos 20 nudos y corriente a favor desplegamos la vela mayor, apagamos motor y atangonamos el génova en orejas de burro.

Mientras navegábamos hacia el oeste a buena velocidad, algún delfín y alguna ballena piloto se entretuvo con nosotros, unos cuantos mercantes cruzaron nuestra derrota en sus maniobras para entrar en el Puerto Tánger Med, que no el Puerto de Tánger que está unas millas más adelante, y después sólo algunos pesqueros faenando. 

Con todo más despejado Jose se metió, una vez más, a cocinar unos deliciosos espaguetis. 
Dejamos atrás Cabo Espartel y continuamos algunas millas más casi al mismo rumbo para aprovechar los vientos portantes de la zona de influencia del Estrecho, al tiempo que alejarnos de la costa marroquí de cara a la noche. La mar se fue suavizando y, aunque algún chubasco amenazaba alrededor, la noche fue tranquila.


El viento fue amainando paulatinamente y rolando hacia la proa. Desatangonamos y recogimos el génova, dejando la mayor, y encendimos el motor, siempre a pocas revoluciones. 
Ahora, con tres tripulantes, reorganizamos las guardias, de forma que sólo haríamos una guardia de tres horas cada uno durante la noche entre las 23:00h hasta las 08:00h. En principio la guardia media parecía la menos favorecida, pues partía por el medio las horas de sueño, por lo que rotaríamos en los días sucesivos. Sin embargo ocurrió alguna vez que en cuanto oscurecía, y lo hacía a eso de las 20:00h, el tripulante que empezaba su guardia a las 23:00h se quedaba sólo en cubierta, chupándose una guardia de seis horas, o bien el de la última, que en teoría terminaba a las 08:00h, no veía aparecer a nadie por cubierta hasta un par de horas más tarde. 
Conviene ser solidario y no irse a dormir hasta que empiecen las guardias y que el que hace la primera salga al relevo cuando termine la última. También, cuando hay varios días de travesía por delante, se debe ser tajante en cuanto al horario de guardias, por bien que estemos en ese momento, pues el cansancio se va acumulando, a pesar de las siestas que se puedan echar durante el día, porque es bien sabido que la mar da sueño. 

 El jueves fue un día soleado, con mar rizada y suave brisa que nos entraba por la amura de estribor pero que no nos permitía prescindir del motor, sin embargo izamos la mesana para ayudar a la mayor. 
Emplee la mañana en aclarar el aparejo de la herradura salvavidas, leer, escuchar música, charlar y siestear un poquito. 

Esa tarde Jose volvió a agasajarnos con su arroz meloso, ya que Jesús aún no estaba cuando hizo el primero. Más tarde la brisa aumentó ligeramente y se abrió unos grados, desplegando también el génova. No obstante no apagaríamos el motor hasta que pudiéramos hacer al menos 5 nudos sólo a vela. 
En el cielo algunos cúmulos (a los que yo llamo Nubes Simpson) iban pasando, ocultando ocasionalmente al sol, lo que se notaba en la temperatura. Las “nubes Simpson” empequeñecen hacia el horizonte, que sumado al hecho de estar rodeados de océano dan sensación de inmensidad y producen bonitos efectos de luz tanto al atardecer como al amanecer. 

Siguió otra noche tranquila, sin apenas tráfico, como mucho dos o tres barcos por guardia aparecían en el AIS, pero que no alcanzábamos a ver a simple vista. La luna, cada vez más tardía, amenizaba las guardias junto a los delfines luminiscentes por la fosforescencia del plancton, que no faltaron ni una sola noche a la cita. 

El viernes amaneció un día aún mejor que el anterior, ya con más viento, como estaba previsto, que entrándonos por la aleta nos permitió apagar el motor. Cambiamos el génova por el spi asimétrico que, junto a la mayor y la mesana tiraba bien del barco. 

Ya que la mar estaba aún tranquila aprovechamos para trasvasar algunos litros de gasoil desde los bidones de cubierta hasta el depósito mediante un sencillo, cómodo y limpio sistema que preparamos y perfeccionamos durante nuestra estancia en La Línea para evitar los posibles y desagradables lingotazos de gasoil. Con el buen tiempo también se montó el primer tendedero de la colada. 

Por la tarde el viento aún se abrió unos grados, más a popa de los 140º, haciendo que el spi asimétrico quedase desventado constantemente por las otras velas, así que convertimos el asimétrico en simétrico amurándolo al tangón. Poco ortodoxa solución por el corte de la vela y por la improvisación del inexistente anclaje del tangón al palo, pero que funcionó estupendamente.

El día finalizó con otra bonita puesta de sol, aguantando el spi durante la noche dado su buen rendimiento, hasta el cambio de guardia de las cinco de la madrugada, cuando el aumento del viento y un poco de la mar provocaban continuas orzadas y el consiguiente desgaste del anclaje del tangón, la braza y el propio spi al flamear. Opté pues por arriar el spi y, tras reforzar el cabo de anclaje del tangón al palo, sustituirlo por el génova atangonado a orejas de burro. 

El sábado clareó en un nuevo juego de luces y colores quedando un día luminoso de buen viento que nos empujó constante por la popa durante toda la jornada, haciéndonos navegar rápidos pero cómodos, bajo mesana, mayor y génova, sin más anécdota que el cruce con un gran petrolero, tres tortugas y, a última hora, disfrutar de otro espectacular crepúsculo con nubes Simpson en el que destacaba el brillante Venus por el oeste. 

El domingo, en cambio, la mañana se mostró gris y la mar se puso en modo Atlántico, algo más formada y tendida, que sin embargo volvió a tornarse azul al medio día. 
Por primera vez un mercante, cuya derrota iba a cruzarnos la proa, varió su rumbo para pasarnos por popa, todo un detalle por su parte.

Por la tarde avistamos ya tierra por la amura de babor, aunque no había duda de que se trataba de Lanzarote la perspectiva despistaba un poco, pues esta tiene al norte tres pequeñas islas: La isla de Alegranza, la isla de Montaña Clara y La Graciosa, pero Alegranza, al estar más próxima en principio parecía más grande que la propia Lanzarote.

Hubo un bajón de viento y encendimos un rato el motor, pero pronto volvió con fuerzas renovadas entrándonos por la aleta, a ratos por el través. Disfrutamos de una nueva puesta de sol y al anochecer arreció tanto que decidimos arriar la mesana e incluso recoger la mayor, debido a lo ardiente del barco, para quedarnos sólo con el génova, sin embargo más tarde se serenó un poco y desplegamos un tercio de mayor.

 Durante la noche se podían ver, lejos por babor, las pocas luces que tiene Lanzarote en su cara noroeste, y significativamente más tráfico de mercantes de lo que tuvimos los días anteriores. 
Amaneció el lunes navegando bajo un gran claro rodeado de nubes, incluso algunos chubascos, pero por la proa, por donde se supone que debía estar la Isla de Gran Canaria, la cosa se veía oscura. 

No obstante durante la mañana disfrutamos de buen tiempo aunque la mar y el viento seguían in crescendo.

 Con toda la mayor y el génova navegamos a un largo a buena velocidad. El día se iba poniendo más gris conforme nos acercábamos a Gran Canaria. Por la popa se distinguía a otro velero que seguía nuestro mismo rumbo y que al principio parecía que nos iba dando alcance, pero que fuimos dejando atrás.

A primera hora de la tarde avistamos por la proa la punta nordeste de Gran Canaria que poco a poco se fue haciendo grande. 
Con el Puerto de Las Palmas ya a la vista convergíamos por la banda de babor con un petrolero y por estribor con un portacontenedores. El primero iba mucho más rápido y viró al final hacia el lado sur de Las Palmas en busca de fondeo. El segundo se metió delante, paró máquinas y se atravesó al viento y la mar justo en la punta del espigón, como esperando al práctico. Mientras nosotros fuimos ralentizando la marcha a la espera de su maniobra. Recogimos la vela mayor y encendimos el motor para echar mano de él cuando fuera necesario. 

El portacontenedores abatía por efecto de la mar y el viento y aprovechamos para colarnos entre él y la punta del espigón. Una vez dentro, el mercante nos avisó que reiniciaba la marcha hacia el interior del puerto y dimos avante al motor junto con el génova para sacarnos de en medio. Él se dirigía al lado de estribor del puerto mientras que nosotros íbamos al lado de babor, donde se encuentra el Muelle Deportivo de Las Palmas, así que rápidamente quedamos libres. 
En la dársena del puerto barcos de vela ligera navegaban a toda velocidad mientras preparábamos la maniobra de amarre, hablábamos con la Marina (CH 11) y entrábamos por la estrecha bocana.

A las 18:15h amarrábamos en el pantalán de espera y tras arreglar el papeleo nos dirigimos a la plaza de amarre donde quedaría el Eva II. La marina era un auténtico bosque de mástiles, con barcos de todo tipo, no en vano suele ser la última recalada antes de dar el salto del Atlántico.
Había bastante movimiento en el pantalán, donde me encontré con viejos amigos de la Escuela Canaria de Cruceros que en verano operan en Palma y en invierno en Las Palmas. Acababan de llegar desde Lanzarote, encargándose de una flota de 16 de sus barcos, tripulados en su mayoría por alemanes, que iban entrando de recalada en Las Palmas ante el aviso de vientos de 40 nudos y mar gruesa que se avecinaba. 
Al igual que les ocurre en Palma estaban un poco desbordados por las maniobras de atraque de los alemanes que, visto lo visto, hay que reconocer que, algunos de ellos, no parecían muy hábiles en ese menester. 

Con el nuevo armador del Eva II a bordo, estuvimos charlando un rato y quedamos más tarde para cenar, después de arranchar un poco el barco y darnos una anhelada ducha. 
Jesús volvería a la Península a la mañana siguiente muy temprano, mientras Jose Manuel y yo lo haríamos el miércoles, por lo que disfrutamos de un día para acabar de dejar al Eva II en orden de revista, ir a comer a la Vegueta con un buen Malvasía y darnos una vuelta por el centro, coincidiendo con el carnaval infantil, que tan popular es en estas tierras. 

En resumen, casi dos días de navegación desde Cartagena hasta La Línea de la Concepción, dos días de recalada y cinco días y medio de buena navegación hasta Las Palmas, lo que está muy bien para el Eva II que se portó como toda una dama. 
Una vez más ha sido un disfrute volver a navegar con Jose Manuel y Jesús, con los que he formado una tripulación ibérica de tres jotas. 
Gracias a Mario, el nuevo armador, por sus atenciones y un mensaje para Carlos, el antiguo armador: Le di a Eva un beso de despedida de tu parte y quedó tranquila.

9 comentarios:

  1. Qué bonitas fotos!!. Cuántos recuerdos me traen...!!!!
    Un abrazo
    j

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    1. Gracias.
      Las de las nubes Simpson me recuerdan a la de la cabecera de Nube - Agua...
      Un abrazo.

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  2. Que bueno saber de vosotros de nuevo, aunque sea por la red.
    ¡Que magnífica travesía! Preciosas fotos. Mientras lo leía me he sentido, por un momento, como un tripulante más.
    Un fuerte abrazo.
    Mario.

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    1. ¡Mario! Me alegra tenerte por aquí!
      Los "viejos" tripulantes, de alguna manera, siempre están a bordo. Nos acordamos de ti por el nombre del nuevo armador y te echamos de menos como "media crew" :-). Ojalá nos podamos reunir de nuevo toda la tripulación de "cadenote´s classics" en otra travesía pronto. (cuantos anglicismos :o)
      Me alegra que te gustase y que llegases a sentirte, aunque sea por un momento, a bordo.
      Otro fuerte abrazo para ti.

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  3. Fántastico volver a tener noticias de todos. De Mario por el comentario de arriba. Y de Jesús, José Manuel y Jorge por el texto y las fotos. Que recuerdos me trae esta narración. Un abrazo para todos!

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    1. Je,je... veo que van asomando antiguos tripulantes por el tambucho, quizá con algo de morriña? :-)
      Me alegro también de tener noticias tuyas, Manuel.
      Un abrazo!

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  4. Que maravilla!!!! ....me uno a la muuuucha morriña de Manuel...Resulta todo tan familiar como si hubiese estado alli.!!! ja, ja , me lega hasta el olor de los espaguetis...el viento helado del amanecer y el gustazo de una ducha caliente al llegar a puerto ...esas pequeñas cosas...Me alegro que lo disfrutaseis tanto !!!! Un beso para toda "la tripu" y en especial para ti, que de una forma u otra nos sigues reuniendo a todos...

    Carmela.

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  5. Sí, ese olorcito al sofrito que llega a cubierta... mmmm. Fresquito hizo, y no sólo al amanecer, pero para eso tu siempre vienes perfectamente equipada. El gustazo de la ducha caliente es directamente proporcional a los días de mar, haga falta o no :-))
    A ver si nos podemos volver a reunir toda la tripu en otra pronto.
    Un beso.

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